Me zamarrean.
Mi vieja me dice que se me
hace tarde para la escuela.
Desperté agitado.
Las manos sudadas y el rostro
repleto de incógnitas.
No pude decir palabra, hasta
bien entrada la tarde.
Me incomodó ese sueño; alteró
mi día.
La cara de traste, era tan
evidente como mi mal humor.
Hacía unos días, me había aplicado
la primera dosis de la vacuna BCG y al entregarme el certificado, quien me lo
otorgó me dijo: “LA PROXIMA DOSIS TE TOCA EN EL SERVICIO MILITAR”.
Esa frase retumbó en mi
cabeza, como badajo de campana.
Quizá, me dije, aquel
episodio haya influido para que tenga ese sueño.
Quería olvidarme y algo me
traía las imágenes.
Viendo que no salía de esa
encerrona, fui en busca de mis amigos, para hablar. Necesitaba liberarme de eso
que me tenía a mal traer.
Fui hasta la esquina de siempre.
Sabía que estarían allí.
Nos sentamos en la escalerita
de la bajada del jardín de la casa del gallego Luis y sin decir agua va, comencé
mi relato…
“Me encontraba inmerso en el
centro de una cadena montañosa, que rodea un pueblo y arremolina con violencia al
viento que persistente obliga reverencias a su paso.
El frío presente hace saber
que por debajo de cero se encuentra su marca en el termómetro corporal.
Vestido todo de verde, me
encuentro armado con un fusil, haciendo guardia en un puesto solitario en medio
de la estepa patagónica.
Una mara pasa frente a la
garita, a gran velocidad por las piedras sobre el árido terreno.
Me sorprende porque yo no
puedo lograr hacer equilibrio estando de pie.
Un duvet me protege del
ímpetu climático, que se empeña en filtrarse por los mínimos resquicios.
Me siento aturdido; no me hallo.
Soy el mismo pero distinto.
La dimensión del entorno sin
fin se aleja de la magnitud que mi mente busca.
Trato de fijar un punto de
referencia que me acerque a lo conocido, pero todo da vueltas a mi alrededor.
Una nutrida formación de nubes
se posa todas las tardes sobre el río que suena más de noche que de día.
No logro descifrar que me
pasa ni donde estoy.
Lo imagino, pero no lo
termino de confirmar.
Camino en círculos. Busco
calor; quedarme quieto me hace pensar más de la cuenta.
Se acerca un camión; lo
identifico; es de la guardia.
Me apresto. Salgo de la
posición de guarda que me provee la garita y pego un salto al terreno. Demuestro
actitud y repito el santo y seña, por si me lo requieren (Seguro que si va a ser).
El camión desvía su marcha,
pero no le dejo de prestar atención. Parece que esta descargando provisión donde
hay otro de consigna en arsenales
Cada vez, entiendo menos. Se
viene la noche. Las estrellas dan un espectáculo maravilloso en el cielo azul
oscuro
El viento es cruel y el frio cala
mi piel
Tengo miedo. Pese a que estoy
armado. Tengo mucho miedo
La corriente del río que de
día armonizaba de melodías el sonido, ahora es un concierto de fantasmagóricas
voces
Pienso en mi vieja; cuanto
desearía estar en casa
Estoy en un lugar donde nació
la rutina. Todos los días lo mismo
Sobre una ladera de esa
cadena montañosa, el viento amontona todo lo que arrasa a su paso
Me llegó hasta allí; mi paso
es lento, pero firme. Mas cerca estoy más mugre aprecio
Pateo entre los papeles y
encuentro uno que me deja sin palabras al leer.
En formato de telegrama citaba:
PRESENTARSE EN EL REGIMIENTO 1 el DÍA 25 de FEBRERO del PRESENTE a las 6 AM
y tenía mi nombre en el membrete”.
Eso era todo ¿? Me preguntó
el gallego. Si, Luis; te parece poco ¿?
Se levantó y me dejo hablando
solo.
Ocho años más tarde… Luego de
un vuelo de más de tres horas en un avión Hércules, de la Fuerza Aérea, me
incorporaba al Ejercito, en un cuartel recóndito, de la Patagonia argentina,
rodeado de una cadena montañosa, con un viento y un frío que no se me olvidan
(como la segunda dosis de la BCG que me aplicaron al incorporarme)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario