No. Esa es mi respuesta. Un claro, contundente y firme NO. Di media
vuelta y del portazo hice giratoria la puerta.
Acababa de presentar mi renuncia y de sacarme el peso de años de liberar
cosas que tenía atragantadas.
Debo confesar que al alivio que sentí, también se sumaron las
preocupaciones, traídas de la mano del momento después, cuando al aflojar
tensiones te hace tambalear toda la estructura. La física y la mental.
Pero la decisión ya estaba tomada, desde el primer día; solo que me
llevó cinco años hacerla efectiva.
Desde el primer día que me lo presentaron, sabía que este tipo no era
medio raro. Un sexto sentido latía muy fuerte en mi interior. Detalles más allá
de lo sutil, indicaban que este tipo, no era de estos lados…
Que se yo; cosas fuera de lo común, rozando lo anormal para esta tierra,
demostraban a las claras que no era de por acá.
Un día se lo insinué y me ignoró; pero otro día que estaba realmente muy
molesto con sus actitudes, directamente se lo dije: “OIGA VIEJO, QUE
DESUBICADO” porque se comía los mocos delante de todos, sin ningún tipo de
vergüenza. Me daba la sensación de que lo disfrutaba como si fuera un plato
gourmet. Un verdadero asco, por donde se lo mire.
Por bicho raro lo tenía entre ceja y ceja; hasta puse a prueba mi
tolerancia, haciendo mil intentos por acercarme a él. Pero el día que colmó mi
paciencia, fue cuando le abrí la puerta a lo más sagrado que puede tener una
persona: EL FULBITO DE LOS MARTES. Lo conversé con mis amigos, y a
regañadientes aceptaron con mil condiciones; lo invité, explicándole como era
la mística del grupo; que era como acercarse a una manada de lobos con hambre.
Fue en vano, todas las explicaciones e ilustraciones que me esforcé en
brindarle. Porque no entendió nada y terminó siendo la gota que rebasó el vaso.
Primero porque como todo debutante, lo mandamos al arco… y metió adentro
hasta las que se iban afuera; y después, cuando termina todo, que es en
realidad cuanto todo comienza… el momento sagrado del tercer tiempo… birrita
mediante todos se empiezan a soltar, el tipo otra vez, con la escena de los
mocos y con esa misma mano, se clava una cazuela entera de manicitos el solo¡!!!;
el japones Soria saltó eyectado de la silla para agarrarlo del cogote, y este
tipo, no sé cómo hizo, pero se tiró al piso y salió entre medio de las sillas y
las mesas reptando… REP TAN DO ¡!! Quedamos todos con el quetejedi mirando al
norte y todos apuntándome como el responsable de haberlo traído. Para calmar
los ánimos, me hice cargo de lo consumido y me fui silbando bajo.
Mientras trataba de arrancar el auto, pensaba en este tipo; hasta donde
fue, porque reptó hasta llegar a la vereda y había venido conmigo, cuando
salimos del laburo…
En el mismo instante que elaboraba ese razonar, sentía como la sangre
circulaba por mis venas… escuchaba el ruido como si rozara en ellas. La presión
se elevaba cada minuto más hasta que estalló mi cabeza.
Recuperé la conciencia, recostado en la camilla de la guardia del
hospital. Según testigos aseguran haber visto un reptil salir del auto, subir a
un árbol y perderse entre sus ramas.
Me recetaron analgésicos y me dieron reposo. Cuando me reintegré a
trabajar, este tipo estaba como si nada, como de costumbre; de allí la
contundencia de mi decisión. Le dio exactamente lo mismo que estuviera y encima
me tomó el pelo, porque sacaba la lengua a cada rato...
Imagen: https://sp.depositphotos.com/vector-images/reptilian-humanoid.html