Fechada el 11 de junio de
1937, la pareja de David y Antonia, la imagen que entonces captaba el fotógrafo,
eran dos jóvenes felices, que acababan de unirse en matrimonio, en la iglesia
San Lorenzo de Navarro, provincia de Buenos Aires y se sellaba el inicio de una
vida juntos
Nacidos en Villa Moll, por
entonces una pujante localidad en crecimiento, se instalaron en el Hotel de la
Estación, como administradores y conserjes, cuidadores y tareas generales, como
se acostumbraba en la época
Muchos viajantes, el
ferrocarril proveía y los caminos rurales no dejaban de echar polvareda, por la
cantidad de movimiento desde Moll a Navarro, Moquehua, Chivilcoy, las Marianas
y pueblos cercanos
Antonia, se encargaba de los
aspectos sutiles y David de los grandes detalles
Muchos alojados, por poco
tiempo era lo habitual. Desconocidos la mayoría, que dejaban de serlo, en el
preciso instante que conocían a los jóvenes
Pero pronto, el brillo de la
nueva vida se iba a ver opacado por un suceso inesperado
Bien es sabido, los mitos y
dichos camperos, respecto de hechos nunca comprobados, pero que resuenan en
cada carneada, aunque siempre se remiten a campo abierto
Hasta ese momento¡!!
Nunca había trascendido nada
en el pueblo. Jamás alguien contó nada
Las primeras noches, lo dejaron
pasar
Pero Antonia comenzó a tener
miedo
David, paisano muy creyente,
le restaba importancia al hecho
Hasta que una noche… comprobó
que al miedo de Antonia tenía sustento
El piso de madera, con cámara
de aire, como las típicas construcciones de la época, sonaban pasos marcados; y
donde el piso era de baldosa, acentuaba claramente el pasaje de un ambiente a
otro
Lo raro, es que ningún pasajero
lo advertía; pero era muy notorio, que algo pasaba
David se levantaba, iluminado
por velas y revisaba cada espacio, cada rincón de la planta baja del Hotel
A veces, el ruido del vapor
de la locomotora distraía la búsqueda hasta suspenderla; se aprontaban a
ingresar nuevos huéspedes
Aunque las actividades
variadas despejaban la mente, no podían dejar de pensar en lo que estaba aconteciendo
por las noches
Antonia, casi que no quería
acostarse y hasta pensó en volver a la casa de sus padres
David, la contuvo y la
convenció, que no era nada; que seguro eran cosas de la imaginación
Llamaron al curita de la
parroquia y bendijo cada una de las habitaciones, la cocina, el salón comedor y
por supuesto, el espacio que ocupaban como vivienda, David y Antonia
Aun así, “la imaginación”, se
presentó aquella noche, de manera inusitada, revelando una insospechada
rebeldía
Dejando claro, que tomaba lo
del cura como una provocación
Bien entrada la madrugada, en
la pasividad pueblerina, un estruendo impactante despertó a los jóvenes que atónitos,
escucharon como la vajilla acomodada prolijamente en la alacena, se destrozaba
en el piso de mosaicos y acto seguido los pasos, transformados en veloz carrera,
pasar al salón comedor, crujiendo el piso de madera
Ahora sí, los pasajeros hospedados,
escucharon también y alarmados salieron para la estación, buscando refugio bajo
el farol que iluminaba el anden
David, con Antonia detrás,
con un cirio bendecido se acercaron muy lentamente hasta la cocina. Seguro de sí,
David ingresó primero y para su sorpresa, estaba todo ordenado en su lugar.
Antonia no podía dejar de temblar de miedo
Tomados de la mano, cruzaron
el vestíbulo y pasaron al salón comedor… para allí si, escuchar como delante de
sus ojos, las cosas se movían en cada crujir de la madera
Estaba allí, frente a ellos. Pero
que ¿? Quien ¿?
Con voz firme David, le
dirige la palabra.
-
Quién eres ¿?
o
Los pasos se acrecientan
y otra vez la vajilla se escucha caer
-
Te pregunto una
vez más. Quién eres ¿? Un alma en pena ¿?
o
El Silencio fue
aterrador
-
Puedo ayudarte (David
daba muestras de entereza y valentía)
o
Nuevamente
silencio
-
Vamos a rezar un
Ave María ahora…
o
Una leve brisa corrió
la sala y apagó la vela
-
El grito desgarrador
de Antonia milagrosamente encendió los candiles, un sudor vestía su cuerpo y
por última vez, escucharon los pasos correr por el piso de madera
La puerta de ingreso al hotel
entreabierta, con la tranca interior puesta al costado del marco… y los
pajonales de las vías abrirse, al paso de algo que lo atravesaba, fue la última
imagen de aquellos sucesos
Pronto, dejaron aquel hotel,
en manos de otros propietarios y se marcharon a la Capital
Hasta el día de hoy, se
comenta en las carneadas. El hotel, resiste vacío, al costado de la estación,
de un ferrocarril que dejó de funcionar hace cuatro décadas
Años más tarde, Antonia
contaba aquella historia casi como si la estuviera viviendo y David, paisano
como siempre, nunca faltó a una misa, hasta el día de su muerte
Yo lo iba a saber mucho
tiempo después, pero aquellos jóvenes serían mis abuelos