Le encomendaron ser el orador para brindar unas palabras
alusivas al agasajado en su último día en la empresa. Álvaro Arévalo peón de la sección maestranza había estado
practicando un mes entero, concentrado en el cierre de su discurso donde destacaría
las virtudes del compañero con palabras representativas de su aportación laboral
resumidas en siete palabras.
Se estaban refiriendo al Señor Aníbal Gaona, quien por años
se había desempeñado como… a ver… desempeñado como… bueno no era un dato
relevante. El tipo hacía el esfuerzo de intentar ir a trabajar todos los días,
menos cuando se tomaba los diez días al mes por artículo, los 30 días por examen
de una carrera que nunca terminó, los 35 días de vacaciones, los 52 partes de
enfermo que una angina puntual, se le declaraba mensualmente por 10 días y por
algún que otro velorio de un tío que al parecer tenía varios, porque era uno
por semana, más los días por paternidad que cada nueve meses se tomaba.
Quizá traicionado por los nervios o tal vez honrando el
desempeño del Señor Aníbal Gaona, tal como rezaba la placa que iban a hacerle
entrega, el bueno de Álvaro, en lugar de decir “Nunca estaba de más… Siempre
hacía falta”, dijo “Nunca hizo falta… siempre estuvo de más”
No hubo aplausos. Solo un complaciente silencio, acompañando
la salida del Señor Gaona quien se retiraba cumpliendo el horario
de trabajo por primera vez
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