Cosas que pasan, solo una vez
Cuando sabes, cuanto sentís que el amor de su vida se presenta frente a tu ser
Javier lo supo apenas sus miradas se cruzaron, y jamás la pudo olvidar
El corazón le dedico todos sus latidos y en cada poema su nombre versaba
Motivo de sus sueños, cada amanecer renovaba de ilusiones su sentir
No hubo día que no pasaba pensando en ella, ni estrella que dejará de mirar buscando el reflejo de sus ojos
A quien quería escuchar, se pasaba todo el tiempo, hablando de aquel amor
Estallaba su pecho y el fulgor rozagante de su rostro llenaba de luz cualquier sitio
Sabía que ella sabía que él la amaba.
Algunos pocos
cuentan que una vez le declaró su amor. Pero no hay testigos de ello.
Solo quienes
realmente lo conocen, afirman que todos sus versos están dedicados a ella (por
más que Javier siempre ha dicho, que solo habla de su persona)
El tiempo fue consumiendo las horas y la piel sembrada de arrugas, decoraban la sonrisa de siempre. Para los que sabían mirar, sus ojos escondían aquellas palabras que en el alma sembró y nunca germinaron en el corazón de su amor
Sentía que debía hacer lo que como asignatura le había quedado pendiente
Pasó tardes sentado en la mesa junto al ventanal, escribiendo su latir. Un poco en prosa, otro mucho visceral. Abrió su pecho y se dejó ver; como nunca; como siempre
De renglón en renglón, papel secante, absorbía sus lágrimas, como el sol celebraba su sonrisa, cuando expresaba “Has sido, eres y serás el amor de mi vida”
Paciente, decoró el sobre. Esmeró su caligrafía al destacarse como remitente y marchó rumbo al correo a dejar su carta. En un momento, pensó, entregársela en mano. Pero no. Prefirió dejar que sea el amor el que decida
Regreso a tranco cadencioso. Compró algunas pavadas y se permitió un par de medias lunas, para acompañar el mate vespertino
Muy dentro de su ser, supo desde siempre, que su destino estaba signado por la pesadumbre de no ser. Quizá fue por eso, que en su bolsillo quedó, la carta para ella
Muy dentro de él sabía que ella sabía lo que el sentía y aun cuando pasara el tiempo y la espera limara la ansiedad de su doloroso silencio
Aquella misiva a su amor imposible era una utopía tan imposible como mantener oculto su sentir.
La distancia no impedía llevar su imagen por donde sea que se encontrara
Tan real como hablar con ella
Sentir sus manos
Besar sus labios
Necesitaba vivir, sintiendo que ella esperaba por él
La pureza de una mirada fue la semilla de un amor que Javier cultivó en su corazón
Murió de viejo.
Sus cenizas esparcidas en el viento
Una carta fue encontrada en el cajón de su escritorio que jamás llego a manos de ella.
Cuentan que
quien leyó sus líneas, lloró de tristeza y suspiró de amor
Javier sintió vibrar su alma y con eso le alcanzó para ser correspondido y amar profundamente
Algunos pocos cuentan que era una utopía
Solo quienes la conocen afirman que ella pasó toda su vida enamorada esperando su sonrisa mirando una estrella escrita de versos que hablen de su amor