Esa madrugada, un joven Austriaco, piso tierra Argentina por
primera vez en su vida. Había recorrido un largo periplo, y su rostro no
ocultaba los signos del cansancio, detrás de sus bigotes finamente y
prolijamente rasurados, que solo ocupaban un cuadrado debajo de su nariz.
Cabello muy corto, y mechón acomodado con fijador, pasó por
la aduana para identificarse. Presentó
su pasaporte, y con acento germánico expresa su nombre: KLAUS FISCHER
Se escuchó la estampa del sello, y luego de posar para una
foto, le dieron el permiso de ingreso al País.
Camino hasta llegar a un conventillo. Se alojó en una
habitación, que la propietaria le mostro, con vista al riachuelo, el inmueble
ubicado en Pinzón 840
Cuando amaneció y luego de higienizarse, pasó por el patio,
repleto de sogas con ropa tendida, y ahí nomás, la propietaria del inmueble, lo
encara, con un mate en la mano. Klaus se quedó paralizado como si hubiera visto
una imagen por él ya conocida.
Con las pocas palabras que aprendió durante el viaje en
Barco, agradeció el obsequio con un gesto y esquivó a la mujer para salir a la
calle.
Necesitaba conseguir dinero, y para eso debía encontrar un
empleo.
Nadie sabía nada de Fischer, solo su procedencia. Pocos,
sabían en verdad, el motivo, por el cual había decidido optar por un País tan
lejos de su tierra.
Regreso por la noche. Muy tarde. Golpeó fuertemente la
puerta, porque no tenía llaves para abrir. La propietaria con una bata y la
toca luciendo en su cabeza, le abre con cara de pocos amigos, y de muy mal
modo, le muestra un cartel, colgado a modo de reglamento, donde se apreciaba
claramente el horario que el establecimiento permanecería abierto, y algunas
otras cosas más, tales como NO SE PODRAN RECIBIR VISITAS, fuera del horario
permitido
Al igual que la mañana, Klaus se quedó mirando (porque no entendía
nada de lo que le decían), y por respeto, esperó a que la propietaria termine
con su enojo para retirarse a su habitación del primer piso por escalera
metálica, con vista al riachuelo.
Abrió la ventana para ventilar un poco, el húmedo olor a
encierro, y se apoyó en el marco a mirar la luna, mientras fumaba un puro.
Quien sabe, donde se fueron sus pensamientos, pero tuvieron
que volver de repente, con los golpes de la puerta. Al abrir, se encuentra con el
malevo Pardini, que ocupaba la pieza de al lado, con el pucho en la boca,
pañuelo al cuello, solapas del saco levantadas, un zarzo de acero luciendo en el
anular derecho, y el funyi levemente inclinado para ocultar su rostro.
Lo estaba invitando a acercarse a la habitación del guapo Correa,
y en la jerga de los conventillos, negarse es ganarse una puntada en las
sombras de la noche.
A diferencia del trato que le dispensó a la Mujer, Klaus
aceptó sin necesidad de hacerse entender, más que con una indicación con su
mano, para que el Malevo se haga a un costado, para que pudiera salir por la
puerta.
Caminaron por el pasillo, hasta llegar a la pieza del Guapo.
En su interior, se encontraban otras dos personas más, y no
se podía ver muy bien, porque había mucho humo de cigarrillo y todas las
ventanas cerradas.
El malevo Pardini, lo apura para entrar y enseguida cierran
la puerta con dos vueltas de llave y tranca.
Le ofrecen un trago. No sabe que es y no sabe preguntar, pero
acepta. Bebe rápidamente la pequeña copa y se queda en silencio. La grapa le
resultaba agradable, y lo amigaba con sus ocasionales anfitriones.
Corren las horas, los puchos se comparten, y las botellas
llegan al número de 6, cuando el sol le hace saber al Guapo Correa, que ya es
tiempo de terminar. La vieja, está por aparecer en cualquier momento, y si llega a ver que se
juntaron en una pieza, haciendo las cosas que el reglamento prohíbe, va a
llamar al policía de la esquina, y no quiere otra contravención que lo vuelva a
encerrar en la penitenciaría Nacional.
Esa noche Fischer, aprendió varias frases y palabras que le
serían de mucha utilidad para hacerse entender. No las aprendió de los mejores
maestros, pero ya no pasaría por situaciones sin saber que le decían, sin
entender nada.
También algo cambió en su persona. Ya no se levantó temprano,
para salir a buscar trabajo. Una palabra le quedó dando vueltas en su cabeza:
MINAS
Para la noches sucesivas, ya no hizo falta que lo fueran a
buscar a su habitación.
Se acercaba solo, hasta la habitación convertida en garito,
llevando consigo la grapa y los fasos.
En la medida que incorporaba la prosapia nocturna, iba
largando prenda.
Una noche Conto porque se fue tan lejos.
Klaus, tenía participación política, como secretario de actas
del partido Obrero Alemán, país donde estaba radicado.
Había nacido en 1899, en Austria, y cuando apenas tenía 12
años fueron a vivir a Alemania, junto con sus Padres, y un primo suyo, también austriaco,
de nombre Adolfo, nacidos ambos el mismo año.
Conforme pasaron los años, Klauss y Adolfo, compartían todo.
Tiempo, espacio, familia, menos las ideas
Por ese motivo, Klauss, le propone a su primo, que se afilie
al Partido Obrero. Eso fue en 1919, y resultó ser el principio de su fin para
Fischer.
En poco tiempo, Adolfo se apoderó del partido y cambió las
ideas de su plataforma. Lo desplazó a Klaus de su cargo y elaboró como
estandarte del partido una Cruz Esvástica, y le cambió el Nombre, por Partido
Nacionalista Nazi. Para peor cortejaron la misma mujer, llamada Eva Brown, y
eso alteró el inestable carácter de su primo, y por eso se tuvo que escapar.
Porque sabía que lo enviaría a prisión.
Al embarcarse, supo de la Argentina de boca de su propio
primo, que tenía conocimiento de nuestra Patagonia, porque estaba en la
búsqueda de la fuente del poder, y leyendo escrituras celtas, tenía entendido
que el Cáliz estaba escondido en nuestras tierras.
Sabiendo ahora quien era Klauss y como escapó de su Primo,
fue ayudado a instalarse y le otorgaron un lugar privilegio en el hampa.
Una noche en lo de Hansen, en 1933, acuchillo a tres tipos
que estaban molestando a una copera. Luego de ese episodio lo contrataron para
que haga seguridad Nocturna en el local, siendo el primer patovica de Buenos
Aires.
Se ganó la confianza de los dueños y le permitían quedarse en
una pieza, al fondo, para que no tuviera que viajar hasta el conventillo
La gente ya lo conocía y su fama se había ganado un lugar en
la noche porteña; lo llamaban el ALEMAN, porque les resultaba complicado
pronunciar su nombre y apellido, exactamente tal, como este lo hacía porque
seguía manteniendo el acento, a pesar que ya hablaba en criollo
En una reunión de corte privado, no debía permitir el ingreso
de desconocidos al lugar. Para ese momento, ya lucía como aquellos del
conventillo y en su cintura calzaba, además de su faca, un revolver.
Llega hasta el lugar un coche con un pesado, que pretende
acceder.
Se pone frente a Klaus y le empuja, intentando amedrentarlo,
cayendo al piso y ensuciando sus prendas. Para cuando Fischer recupero la
vertical, el pesado tenía dos tiros en su cuerpo provenientes del arma de
Klauss.
Eso incrementó aún más la fama del austriaco, que se ganó el
respeto de los guapos y malevos, ampliando su territorio a otras zonas.
Cuenta el corto Martínez, que cierta vez, un grupo de
señoritas, que debía trasladarse desde Palermo, hasta la Ciudad de La Plata,
solicitaron a Klaus, que las acompañe, para estar más seguras. Siendo el primer
Seguridad Privada de Buenos Aires.
Allí fue, donde pasó. Donde nace la leyenda
Aquella ciudad, estaba homenajeando a su fundador,
recientemente Fallecido, Don Dardo Rocha, y habían contratado a un grupo de
señoritas, para distracción de los políticos de la época, muy vinculados a la
Gran Bretaña.
Quienes estaban allí presentes, estaban creídos que las damas
eran de compañía y Klaus quien las regenteaba.
No existía nada que impedía el libre comercio de un rato de
placer, por unas monedas; así las cosas, uno de los más emblemáticos
representantes de la pacata sociedad hípica, quiso sobresalir entre todos,
haciendo gala de su excelsa pronunciación y se dirigió a Klaus Fischer, como
CAL FISHO (con horrenda fonética y peor pronunciación), para conocer la tarifa
por los servicios de las Señoritas.
Fischer, tomo como una falta de respeto la mala pronunciación
de su nombre, mucho más que la consulta por el intercambio placentero temporal,
y arremetió al pacato, clavando un puntazo a los neumáticos de su rodado.
Dieron intervención a las fuerzas policiales, porque un
extranjero agredió a un miembro de la alta Sociedad.
Radicada la denuncia, como “LESIONES MORALES y DAÑOS
MATERIALES OCASIONADO POR EL SR. CAL FISHO, en CONTRA DEL VENEMERITO SR. JUAN
CARLOS CASTELAR HAEDO MORENO MERLO, quien ACUSA AL SR. CAL FISHO DE HABER
QUERIDO OFRECER LOS SERVICIOS DE UNA DELAS SEÑORITAS por el Regenteada”
Lo que le valió 30 días de arresto, en una celda de Atalaya,
cercano a Magdalena.
Cuando quedo en libertad, regresó a Palermo y para ya entonces
era llamado CAL FISHO, hasta que la deformación expresiva lo llevo a pronunciar como CAFISHO
Desde
entonces, se estableció el artículo 8.40 en el código de contravenciones, para tratar cuestiones referidas a la prostitución.
Dicho número surge de la denuncia radicada en La Plata, cuando Fischer menciona
la dirección donde habita, como Pinzón 840; en virtud de tamaño desacato, la
justicia citó ese número como evidencia del origen del mal proceder de este
extranjero, que no conforme haber sido expulsado de un honroso partido político
Germano, cuyo líder agradaba a los políticos Argentinos, sino que continuó con
su mal accionar en esta noble tierra.
No pudo aclarar el mal entendido. La confusión que generó el proceder
artero y mentiroso de ese político, tuvo el mismo argumento que el que
utilizara su primo, en aquella oportunidad, en la que tuvo que huir.
Klaus, cayó en desgracia y no tuvo siquiera el apoyo de los
Guapos y Malevos que ya no le abrían la puerta. Desapareció una madrugada con
destino incierto y nunca más se supo de él.
Desde ese momento, para el acervo popular, la figura de quien
vivía de las minas, se conoció como CAFISHO.
Tiempo después a la desaparición de Klaus, se supo que el distinguido político fue descubierto por su
esposa, acompañado en su cama por una
prostituta y el primo de Fischer se pegó un tiro en 1945.