Ta
Te Ti
Pan
y Queso
Rompe
– Paga
El
que la cuelga la va a buscar
Zapatilla
de goma el que no se escondió se embroma
Cachurra
montó a su burra
El
último cola de Perro¡¡!
Derivados
de la prosapia que la verba barrial provee
A
los distinguidos miembros de la barra
Que
educa coloquial con el método más antiguo que la
Humanidad
viene sosteniendo desde el principio de los tiempos:
La
imitación del más grande¡!!
Que,
con apenas 15 años, copa la parada y manda a su antojo
Están
los mismos de siempre
Luis
el de Doña Consuelo
Gustavo
el de Tita
Orlando,
el hijo del carpintero, que lejos estaba de parecerse a
Jesús
Roberto
el hijo del Comisario
Los
tanitos de la calle San Pedro, Angel y José, el Bachi, el Fabi de
la
otra cuadra, el Chicho que estaba siempre en mi casa y yo…el
hijo
de Mario y Malena
Que
fui aceptado por la esquina por acreditar méritos tempranos
en
edad, pero nutridos de sólidos argumentos
El
más importante era que mi vieja era catequista de varios de
ellos…
y tenía línea directa con sus madres
Después
porque jugaba bien a la pelota y era titular indiscutible
del
equipo, que lo armaban entre el Bachi y el Roberto
Por
último, porque tenía chamuyo y tocaba la viola, cosa que por
entonces
otorgaba un plus, que era aprovechado… por los más
grandes
Aquellas
tardes de Sociedad de Fomento Mar del Plata,
anunciando
por los alto parlantes “7 grandes bailes 7”
Un
protagonista de aquella historia que a sus ojos nunca olvidó a
Besozzi…
Un distinto, que se te aparecía con un disco de Crucis
bajo
el brazo
Para
transgresores, no había como los hermanos Espiño, que se
hicieron
un lugar, por usar remeras desteñidas y aromar pachuli
a
su paso
Un
habitante del barrio era un flaco…pelo largo, mal trazado y
vozarrón
tipo Norberto Napolitano, que venía del otro lado de la
Márquez
Venía
con el libreto de la vida sabido…
Una
mala influencia al decir de las madres.
Un
buenazo de aquellos.
Tenía
prestigio y sacaba chapa patente de guapo
Un
cumpa bien pata, para nosotros y un reaseguro para cuando
nos
tocaba salir de los límites del barrio y pasar frente a los pibes
de
la calle Formosa, y ni hablar si íbamos a bailar al 26 de
septiembre,
donde claramente nos hacían sentir la condición de
extraños
Claro…
tampoco las tenía todas a favor, y así como era lo que
Era
en cuestiones de guapeza, en eso de pegarle a la pelota era
un
verdadero queso
No
tenía la culpa desde luego por no haber sido ungido con ese
Don
desde la cuna, porque su potencial pasaba por otro lado
Por
eso aquel día quedó marcado para siempre, en el calendario
de
nuestra memoria
Partido
de visitante. Bien Chivo. Había que saber jugarlo y
poner…
Nosotros
pusimos la pelota, que en el léxico barrial significa
salir
perdiendo 1 a 0 desde el vamos, porque había que jugar
además,
para recuperarla cuando todo terminara (si es que
terminaba)
Nos
faltaba uno y las miradas apuntaron al Flaco, que lo único
que
sabía del futbol, era lo mismo que sabía yo de la
tribu
Obembe…
Así
las cosas, la actitud de este muchacho, nos alentó creer que
era
posible perder por menos de 3 goles
Hombres
de poca Fe, diría el Cristo. Para cuando llevábamos más
de
una hora de partido y con uno menos, porque el Fabi no pudo
seguir
por la famosa lesión de “me tiró”, llegó el Milagro
inesperado:
Final del juego, con el score en cero¡!!
Resultado
que iba a ser recordado en los anales de la historia de
este
lado de la estación de tren, hasta que, al Cacho de Suarez,
Capanga
de ellos, sentenció: PENALES¡!! “Esto se termina acá”
Chau
nos dijimos con las miradas con cejas levantadas
Éramos
boleta con altas probabilidades de cobrar cuentas
Pendientes
Por
ese dogma impuesto como bautizo, a nadie se le ocurrió tirar
la
toalla, admitiendo la derrota. No teníamos nada que perder.
El
flaco, en un rapto de locura, “negoció” con el Cacho, patear un
solo
penal por equipo y serían ellos shoteador y arquero
Primer
penal. Pateamos nosotros. En realidad, el flaco que
la
última vez, tratando de dominar un globo en un cumpleaños
se
quebró la tibia.
Con
ese panorama, los más valientes nos paramos mirando el
Arco
y hacía allí se dirigió el pibe. El Cacho, tramposo y
chamuyero,
le decía de todo, pero no logro desconcentrarlo
Corta
carrera. Patea de puntín y de rastrón, como se esperaba
No
se sabe explicar desde la ciencia; pero la pelota tomo un
destino
inusitado, como el taco de billar a la bocha, cuando le
pega
de massé, pero a su vez, envenenada. Una cosa muy rara
Lo
que resultó imposible para el Cacho, que vio como se colaba
entre
medio de sus piernas. Siii¡! Gol de Caño
Ahora
cambian de lugar y el flaco enfila para el arco
Los
que estábamos mirando para allí, ahora seguimos con más
Firmeza;
hay que hacerle el aguante a nuestro emblema y
aparecieron
las recomendaciones, las señas de “quédate parado”
o
“tírate a la izquierda”
Frente
a Frente. Arreciaban miradas desafiantes
Silencio
descomunal. Serio el Cacho. Sonriente casi a punto
sospecha
el flaco
Tira
el Cacho… a las nubes ¡!! Con el flaco revolcado para un
costado
GANAMOOOOOOS¡!!!!
Aunque
perdimos la pelota, aquella Felicidad nos dura hasta hoy
Y
el Flaco ganó más prestigio del que tenía cuando nos contó
porque
se sonreía… “de camino al arco, cuando me crucé con el
Cacho,
le recordé que no olvide que todos sabemos que le tiene
miedo
a la oscuridad y por eso está siempre acompañado”
Pero
eso no es verdad ¡!! Le respondimos todos
Ya
lo sé dijo el Flaco tranquilo; le pisé el poncho y dudó
No
tenía tiempo de comprobar si era cierto, de
cuantos
andaban diciendo y pensando eso de el
No
hay nada que hacer… la prosapia de la verba barrial
Proveyó
al Flaco de letra y consagró para siempre….
“Pueblo
Chico, Infierno Grande”