domingo, 22 de mayo de 2022

Lo mismo de siempre

 
Tradicional. Así era esa esquina

Referencia obligada, para el barrio.

De un lado la señora que vendía flores. Del otro el quiosco de diarios

En el edificio de enfrente, dos porteros conversan entre ellos, mientras manguerean la vereda y un pibe que es llevado a la rastra por un racimo de perros, va camino a la plaza

Testigo del tiempo, lucía impecable el viejo Café

Doble puerta, con vidrios biselados, recibía a los parroquianos un cartel con la leyenda "EL GUIÑO"; pila de agua bendita, donde los clientes se persignaban antes de entrar para comulgar en la barra

Hay duendes que se sientan en las sillas que rodean a cada mesa para escuchar su historia

El decorado interior, clásico y acogedor, envolvía de calidez a sus visitantes

Los habitués acostumbrados y algún que otro cliente ocasional, junto a los adornos que daban cuenta del tiempo.

En lugar de cuadros, viejas publicidades adornaban los ladrillos a la vista

Mozos con su clásico atuendo y el oficio en la bandeja. Conocían a todos quienes asistían religiosamente al oficio celebrado por la rutina diaria del café

Cuatro o cinco amigos, solían arrimarse, cuando caía el sol, para recibir la bendición de unos licores traídos desde la península ibérica

Dos damas muy pitucas, ocupaban la mesa del centro para tomar el té de las 17. Nunca dejaban propina. El pibe lavacopas siempre protestaba, porque dejaban el labial marcado en el pocillo

En la mesa ubicada sobre el rincón, bien arrimada a la pared junto a la vidriera que daba a la florería, puntualmente a las 10, ingresaba al Café el más antiguo de los clientes. Se sentaba de frente a la pared, colgaba su abrigo en el respaldo de la silla, le hacía señas al mozo y repartía su mirada entre la gente que pasaba y el libro que leía

Todos los días igual.

La rutina repetida. “LO MISMO DE SIEMPRE” preguntaba el mozo. “LO MISMO DE SIEMPRE” respondía el hombre

Un café en jarrito con amarettis; agua con gas y un jugo de pomelo, perfectamente medidos, estiraban las horas, hasta la próxima seña, donde repetía el pedido

En el extremo de la mesa, el servilletero, y en un adorno de porcelana, terrones de azúcar, envueltos en fino papel, que consumía como medias lunas, mojándolos dentro del café

Al centro un pinche, acumulando los tickets de su consumo

Cuatro o cinco vueltas, tomaba. A veces la casa lo invitaba una copita de Jerez, en honor a su condición de vitalicio

Cerca de las 14, todos los días una hermosa mujer, pasaba por la florería. El la miraba y ella le correspondía con una sonrisa

Lo tradicional de la esquina. La mística del Café. Lo influyente de su nombre puesto en el cartel, se amalgamaban para dar testimonio que aquello realmente tenía duendes

Un rato después, el hombre pedía la cuenta. Abonaba y se retiraba despidiéndose de todos amablemente

La rutina repetida. “LO MISMO DE SIEMPRE” preguntaba el dueño. “LO MISMO DE SIEMPRE” respondía el mozo

6 comentarios:

  1. Hola ¡hoy Domingo Patricio!... muy buena descripción,palabras mágicas que me ingresaron a convivir dentro de un antigüo cuadro, de esos de un viejo café. Felicidades con cariño.

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    1. Hola Graciela !!! Muchas Gracias. Buen domingo. Paz y Bien

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  2. El café y enfrente el puesto de diarios y revistas. Cuánto recuerdo!
    Bonito relato.
    Buenas noches Patricio.

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