martes, 23 de julio de 2024

Las cosas por su nombre

El pibe le ponía onda. Un principiante como los de antes; los padres les habían pedido a los muchachos del taller mecánico si no podían “emplearlo” durante su período vacacional, para que no ande tanto en la calle y de paso aprenda un oficio, que le iba a traer, no solo conocimientos, sino conducta fuera de casa

Los muchachos, enseguida aprobaron, porque conocían a la familia del barrio; gente de trabajo; buena gente. Al pibe no tanto, pero lo tenían visto, de andar de farra con los amigos

Por eso, apenas los padres lo dejaron en el taller y de recibir palabras alusivas en cuanto a la oportunidad que tenía en sus manos, el chico, como todo chico, esperó que se fueran los padres y preguntó a los muchachos “¿CUANTO VOY A GANAR?” la respuesta fue tan fría como un témpano y sin mediar palabra, ahí mismo lo mandaron a lavar piezas en la batea con kerosene

Llevaba tres semanas y lo más cerca que estuvo de la mecánica de un auto, fue cuando lo mandaron a barrer la fosa

Así y todo, el pibe iba a trabajar todos los días, incluidos los sábados. Siempre puntual; y aunque su cara no era un muestrario de satisfacción, nunca se quejaba

De a poco lo fueron soltando. A medida que ganaba la confianza de los muchachos, iban adentrándolo en el particular y fascinante mundo de los fierros. Tan particular, que el que no domina el vocabulario, puede asistir a una conversación sin saber de qué están hablando

El pibe se esmeraba cada día más. Se lo notaba compenetrado y consustanciado con su oficio. Empezando por arrastrar la voz para explicarle a un cliente que problema tenía su vehículo, y terminando por ahorrar la “S” en las terminaciones de algunas palabras

Hasta que llegó el día del examen final. Los muchachos decidieron dejarlo solo atendiendo el negocio, para ver si estaba finalmente preparado. Fue así que se quedó reparando varios autos a la vez, abierto a la calle, con una cadena de plástico a modo de valla. Le habían dicho que hoy iba a venir Don José, el cliente más antiguo que tiene el taller, a retirar la pieza reparada de su auto: Un cigüeñal de 5 apoyos rectificado.

Mendocino medular, su acento jamás había alterado, a pesar de los años que llevaba viviendo en la ciudad.

Meticuloso. Detallista. Muy exigente. Fierrero viejo, conocedor de mecánica por gusto, uso y oficio, le gustaba meter mano porque a pocos le confiaba su auto. Distinguía una marca por el sonido del motor. Así era Don José; cuidaba más a su auto que a cualquier otra cosa que tenía.

Aquello del vocabulario y terminología mecánica, termino por condenar al pibe; porque Don José se fue del taller que echaba espuma por la boca, jurando no regresar nunca más. “Jamás he sido ninguneado de esa manera por un mocoso insolente” tal su expresión elevando parsimonioso acento cuyano, en tono de queja a los muchachos.

Preocupados y sorprendidos, por lo exaltado que estaba Don José, no encontraban explicación a lo ocurrido; si lo único que debía hacer el pibe era entregar algo y nada más. Por más que buscaban y buscaban una causa no la encontraban. Que pudo haber dicho el pibe para que Don José reaccionara como reaccionó.

Finalmente, al pibe le paso lo que era pasible que ocurriera. Por más que venía adquiriendo conocimientos y confianza, le faltó sutileza para poder comprender terminologías de uso habitual en ese mundo y no advirtió la tonada de Don José para que luego de una discusión el Pibe le dijera que de ninguna manera le entregaría ese paquete envuelto en la repisa, porque era de otra marca y Don José venía a buscar el repuesto reparado de un YENOL

 

Imagen: https://www.shutterstock.com/es/image-photo/grandfather-teaches-his-grandchild-how-tinker-744661663

10 comentarios:

  1. Vi muchas de estas historias en mí vida , primero me impactó y recordó como.se preocupaban los padres buscando algo para las vacaciones, pero el final es genial.

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  2. Interesante Patricio. Da gusto leer este tipo de historias. Distiende al menos un rato. Lo bueno es que uno se introduce en la historia relacionándolo con lo que vivió de chico. Era el Diego en la Rectificadora Lomas. Que al día de hoy sigue existiendo... La rectificadora de mi viejo.

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  3. Diego querido, que gusto me da leer lo que has escrito; desde esa identificación te respondo, que como representante de aquellos Pibes de entonces, he sido uno de los tantos que deambuló por la tintorería de Tuichi Huera, por la juguetería de mis tíos y algunos más. Brindo por la rectificadora de tu viejo, que como el taller de los muchachos forjaron vocación de servicio y conocimiento; en tu caso además, semilla de buena gente. Fuerte abrazo

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  4. Muy bien contado, querida Patricio.
    Seguramente hay muchas historias semejantes pero que no son contadas. Hoy día no es tan común un hecho así, prefieren otras cosas como por ejemplo, la vagancia.
    Y qué bueno que haya sido identificada por lo real. Mis aplausos desde mi Posadas Misiones.
    Buenas noches.

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    1. Muchas gracias Elsa, por tan bonitas palabras. Buenas noches. Paz y bien

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  5. Jajajaja es muy wooooo 😂😂😂, como si los tuviera al lado mío 👏👏👏👏

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  6. Ahahhaha!!!!
    Muero.🤭😂😂
    Abrazo de luz ♡

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