viernes, 21 de febrero de 2020

El hábito no hace al monje



El espectáculo se trasladaba a las tribunas


Donde el perro se ubicaba a un costado de la barra


Porque no era parte de ella. Pero le tenían tanto respeto que le dejaban ese lugar de privilegio


Se lo había ganado porque se había instalado su fama, una tarde en la final del campeonato, de visitante y sin público y el perro fue el único hincha del equipo presente entre la barra rival


Eso hizo que trascendiera en los tablones de todos los estadios y por supuesto, con el nadie jodía. A todos ponía de rodilla


Algunos arriesgaban que su apodo provenía del vozarrón que tenía y la desaforada manera de putear a todos; no se salvaba nadie.


Alguno que asumía conocerlo, arrimaba el dato que le habían puesto ese apodo porque para acomodarse daba varias vueltas


El mito que era porque tenía pocas pulgas, siempre quedó en el aire, flotando como duda; primero porque nadie le iba a preguntar, justo al perro que no solía tratarse con nadie; segundo porque arriesgaban pensar que, si tenía pocas pulgas, era porque estaba limpio, y en la comisaría aseguraban que no tenía registro de entradas.


Siempre había un perejil, que se acercaba trayendo un “dato” revelador de la vida del perro, pero por temor a represalias, lo sacaban cagando, para no tener problemas


Nunca se le conoció una mina


Nunca se lo vio formar parte de un quilombo, ni tampoco se lo veía acompañado por una barra


Por el contrario. Siempre solo


Una vez, se demoró el wing en tirar el córner, porque se quedó mirando a la tribuna, tratando de ubicar al perro, para que le firmara un autógrafo y cambiarle la camiseta al terminar el cotejo.


Otra vez, había fallado el operativo policial por un tema de dinero, y ante la falta de garantías, las autoridades querían suspender el partido. Cuando se enteró el perro, se llegó hasta la sede del club, y se hizo cargo de la seguridad del partido.


Increíblemente, se jugó a cancha llena, asistió la familia, no hubo bengalas y no se supo de trapitos en las cercanías del estadio


Eso fue la cima de todos los hechos


No cabía un alfiler en la tribuna en la fecha siguiente. Todos querían ir a ver al perro


El DT rival, dio a conocer su equipo con 10 días de anticipación


El comisario, llevó a todos los detenidos a ver al perro en la tribuna


El cementerio solo recibía difuntos recién al día siguiente


Todas las actividades se paralizaron


El pueblo quedó literalmente desierto


El intendente y su gabinete estaban en el palco oficial, y no podía faltar el consecuente ocurrente, y ahí nomás tiró “homenajear al perro, con 12 campanadas de la Iglesia”


Pero ya no había tiempo, el partido estaba por comenzar


Si ni hubiera sido por Doña Sebastiana, que protestaba en la sacristía, por un cartel pegado en la puerta que decía “Quedan suspendidas la celebración de todos los oficios hasta después de las 18 hs” jamás se hubiera sabido, ni siquiera por sospecha que el cura estaba en la tribuna, al costado de la barra, puteando desaforadamente

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