El espectáculo se trasladaba a las tribunas
Donde el perro se ubicaba a un costado de la barra
Porque no era parte de ella. Pero le tenían tanto respeto que
le dejaban ese lugar de privilegio
Se lo había ganado porque se había instalado su fama, una
tarde en la final del campeonato, de visitante y sin público y el perro fue el
único hincha del equipo presente entre la barra rival
Eso hizo que trascendiera en los tablones de todos los
estadios y por supuesto, con el nadie jodía. A todos ponía de rodilla
Algunos arriesgaban que su apodo provenía del vozarrón que
tenía y la desaforada manera de putear a todos; no se salvaba nadie.
Alguno que asumía conocerlo, arrimaba el dato que le habían
puesto ese apodo porque para acomodarse daba varias vueltas
El mito que era porque tenía pocas pulgas, siempre quedó en
el aire, flotando como duda; primero porque nadie le iba a preguntar, justo al
perro que no solía tratarse con nadie; segundo porque arriesgaban pensar que, si
tenía pocas pulgas, era porque estaba limpio, y en la comisaría aseguraban
que no tenía registro de entradas.
Siempre había un perejil, que se acercaba trayendo un “dato” revelador
de la vida del perro, pero por temor a represalias, lo sacaban cagando, para no
tener problemas
Nunca se le conoció una mina
Nunca se lo vio formar parte de un quilombo, ni tampoco se lo
veía acompañado por una barra
Por el contrario. Siempre solo
Una vez, se demoró el wing en tirar el córner, porque se
quedó mirando a la tribuna, tratando de ubicar al perro, para que le firmara un
autógrafo y cambiarle la camiseta al terminar el cotejo.
Otra vez, había fallado el operativo policial por un tema de
dinero, y ante la falta de garantías, las autoridades querían suspender el partido.
Cuando se enteró el perro, se llegó hasta la sede del club, y se hizo cargo de
la seguridad del partido.
Increíblemente, se jugó a cancha llena, asistió la familia,
no hubo bengalas y no se supo de trapitos en las cercanías del estadio
Eso fue la cima de todos los hechos
No cabía un alfiler en la tribuna en la fecha siguiente.
Todos querían ir a ver al perro
El DT rival, dio a conocer su equipo con 10 días de
anticipación
El comisario, llevó a todos los detenidos a ver al perro en
la tribuna
El cementerio solo recibía difuntos recién al día siguiente
Todas las actividades se paralizaron
El pueblo quedó literalmente desierto
El intendente y su gabinete estaban en el palco oficial, y no
podía faltar el consecuente ocurrente, y ahí nomás tiró “homenajear al perro, con
12 campanadas de la Iglesia”
Pero ya no había tiempo, el partido estaba por comenzar
Si ni hubiera sido por Doña Sebastiana, que protestaba en la
sacristía, por un cartel pegado en la puerta que decía “Quedan suspendidas la
celebración de todos los oficios hasta después de las 18 hs” jamás se hubiera
sabido, ni siquiera por sospecha que el cura estaba en la tribuna, al costado
de la barra, puteando desaforadamente
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