Es en un tiempo donde las palabras fueron proscritas hasta enmudecer
y la verdad puesta a juicio para comprobar si es cierta como la mentira.
Por carecer su alegato de aceptación entre el jurado, su
señoría sonriente la encontró culpable siendo inocente y sentenció su condena obligándola
a callar para siempre.
La incoherencia sensata sigue en libertad y su vacío completó los
contenidos de nada siendo ese el parlamento escuchado, por eso habla cualquiera
adjudicándose la razón absoluta.
Proscrita la palabra, presa la verdad, solo el sentimiento
queda. Nadie puede con su esencia… de amor puede hablar quien quiera, pero solo es
de aquellos que lo entregan
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