Que les molesta ¿? No tengo
algo que ocultar ¿?
Una ráfaga de munición gruesa
de palabras asestó al blanco una y otra vez
Imparable. Portando solo su
valor, se paró de manos. Tan solo de su compañía porque sostenía que las
paradas bravas, se resuelven de ese modo y así estaba siendo
Descolocó a todos, porque el
mundo acostumbró a librar batallas multitudinarias, donde el que tira la piedra
esconde la mano; donde se diluye el reclamo y muchos sacan ventaja para su
posición
Pero esta no era la situación;
se plantó mano a mano; cara a cara, con más de 50 tipos, entre uniformados y morochos
de la otra bandería, tan o más bravos que él; pero de nada le importó, el
número, la portación de antecedentes ni la gorra
Desde el para avalanchas, dejo
el aliento, los saltos y las banderas y se deslizó por las gradas como pantera al
acecho de su presa
Era el hincha caracterizado
por excelencia. Bajo su miembro, respondían 200 muchachotes que lo respetaban y
algunos le temían
Metió un par de manos en el
camino, para abrirse paso hasta que quedó de frente a los que cuestionaban su liderazgo
en la barra, acusado por cierta fama, que decía que durante día acosaba a todo
quien se oponía a “colaborar” con dinero para bancar la barra y por las noches,
acostumbraba a frecuentar la ruta caminando al borde de la banquina, “recaudando”
guita a cambio de favores
Muchos sostenían que era una
cosa de día y otra muy distinta de noche. De allí su apodo: Cachorrita
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