Cuando me
vaya de aquí construiré una casa hecha de sueños.
En un rincón
calderos negros de hollín humeando en el fuego.
Ventanas con
postigos de madera abiertas de par en par, cubiertas de blancas cortinas que el
viento mece.
Un camino
atravesando la mesa.
Cuatro
banquetas de tres patas.
Una mecedora
para pensar.
Al calor
crepitante de un hogar.
El sol
iluminando el cuarto, de colores pinta el paisaje para darme los buenos días.
La cama con
una manta a en los pies.
Una puerta
que sirve para todo.
Un jardín
lleno de flores.
Arboles con
nidos en sus ramas.
Pájaros que
bajan a comer las migas que dejó el mantel.
Caminaré
descalzo por el pasto mojado todas las mañanas.
Escuchar el
agua correr por la vertiente sentado a sus orillas, con mis pies refrescándose
en el frio cristalino de su espejo.
Mirada
perdida en el horizonte, pensando quien sabe en quien…
Recuesto el
linaje de mi cuerpo a la verde sombra del sauce que acaricia con sus ramas mi
siesta.
Un cantero
de piedras como escolta y un concierto de sonidos el bosque me brinda.
Junto ramas
caídas y las acopio sobre un tronco, donde me siento para ver, como es que era
el lugar que tantas veces soñé y no puedo creer que sea real.
Porque no,
me pregunto; si solo era cuestión de sentirlo fuerte en el corazón y desearlo
con el alma.
Hay paz
donde quiera que me encuentre y todos los días son primavera.
Con
frecuencia me pierdo en el cálido abrazo de una hamaca, que pende del techo de
la galería que rodea la casa.
Me hago
visera con la mano y veo distantes a tres cuartas caballos pastando y gallinas
picoteando. Un chancho gruñendo, buscando su cría y un perro corriendo tras su
cola.
Diminutos
camoatíes son inmensos cuando pican.
El verde
gobierna y su dimensión se extiende hasta donde los ojos pueden ver.
Un almacén
de ramos generales vende desde galletas de campo hasta kerosene para el
calentador.
En la puerta
de entrada un sol de noche señala que tienen luz.
Una farmacia
con el boticario vestido impecable y muy señorial, antes de entrar un cartel
avisa que esta de turno esa noche y enseguida otro que anuncia “Cerrado de 12 a
17”
La plaza
adornada con guirnaldas y un árbol plantado con exactitud, uno a 5 metros del
otro.
La comisaría
en el poniente y la delegación municipal, con el cartel de VACANTE. El
campanario de la Iglesia anuncia misa de 10 y el cura que aún no llegó.
Las calles
de tierra, regadas por el camión regador, dos veces en el día y el infaltable
boliche, abierto a los feligreses las 24 horas.
No hay
veredas ni semáforos, ni agentes de tránsito que ordenen el caos vehicular.
Solo un par
de bicicletas dan vueltas siempre la misma manzana.
La canchita
de futbol sin alambrado y los arcos sin red, al lado del complejo Social y
Deportivo, con natatorio climatizado, donde solo asisten tres.
No hay
ruidos estentóreos. El silencio no los deja escuchar.
Los días
nunca son iguales y eso le molesta a la rutina, que ya no sabe más que hacer.
A mi casa
regresar a pie.
Mirando las
estrellas contarlas y encontrar las tres Marías.
Picar algo
para llenar el bagre y dormirme cuando termine de contarle mis secretos a la
luna para despertar con la ilusión que tu amor fue cierto.
¡Hola Patricio!
ResponderBorrar¡Qué preciosa, tranquila e ideal vida hay en tus sueños!
Me alegra el corazón cada vez que entro a leerte.
Un abrazo inmenso para ti.
Muchas gracias Viviana !! Que estés bien junto a tus hijas. Paz y Bien
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