jueves, 4 de noviembre de 2021

La segunda Dosis


Me zamarrean.

Mi vieja me dice que se me hace tarde para la escuela.

Desperté agitado.

Las manos sudadas y el rostro repleto de incógnitas.

No pude decir palabra, hasta bien entrada la tarde.

Me incomodó ese sueño; alteró mi día.

La cara de traste, era tan evidente como mi mal humor.

Hacía unos días, me había aplicado la primera dosis de la vacuna BCG y al entregarme el certificado, quien me lo otorgó me dijo: “LA PROXIMA DOSIS TE TOCA EN EL SERVICIO MILITAR”.

Esa frase retumbó en mi cabeza, como badajo de campana.

Quizá, me dije, aquel episodio haya influido para que tenga ese sueño.

Quería olvidarme y algo me traía las imágenes.

Viendo que no salía de esa encerrona, fui en busca de mis amigos, para hablar. Necesitaba liberarme de eso que me tenía a mal traer.

Fui hasta la esquina de siempre. Sabía que estarían allí.

Nos sentamos en la escalerita de la bajada del jardín de la casa del gallego Luis y sin decir agua va, comencé mi relato…

“Me encontraba inmerso en el centro de una cadena montañosa, que rodea un pueblo y arremolina con violencia al viento que persistente obliga reverencias a su paso.

El frío presente hace saber que por debajo de cero se encuentra su marca en el termómetro corporal.

Vestido todo de verde, me encuentro armado con un fusil, haciendo guardia en un puesto solitario en medio de la estepa patagónica.

Una mara pasa frente a la garita, a gran velocidad por las piedras sobre el árido terreno.

Me sorprende porque yo no puedo lograr hacer equilibrio estando de pie.

Un duvet me protege del ímpetu climático, que se empeña en filtrarse por los mínimos resquicios.

Me siento aturdido; no me hallo. Soy el mismo pero distinto.

La dimensión del entorno sin fin se aleja de la magnitud que mi mente busca.

Trato de fijar un punto de referencia que me acerque a lo conocido, pero todo da vueltas a mi alrededor.

Una nutrida formación de nubes se posa todas las tardes sobre el río que suena más de noche que de día.

No logro descifrar que me pasa ni donde estoy.

Lo imagino, pero no lo termino de confirmar.

Camino en círculos. Busco calor; quedarme quieto me hace pensar más de la cuenta.

Se acerca un camión; lo identifico; es de la guardia.

Me apresto. Salgo de la posición de guarda que me provee la garita y pego un salto al terreno. Demuestro actitud y repito el santo y seña, por si me lo requieren (Seguro que si va a ser).

El camión desvía su marcha, pero no le dejo de prestar atención. Parece que esta descargando provisión donde hay otro de consigna en arsenales

Cada vez, entiendo menos. Se viene la noche. Las estrellas dan un espectáculo maravilloso en el cielo azul oscuro

El viento es cruel y el frio cala mi piel

Tengo miedo. Pese a que estoy armado. Tengo mucho miedo

La corriente del río que de día armonizaba de melodías el sonido, ahora es un concierto de fantasmagóricas voces

Pienso en mi vieja; cuanto desearía estar en casa

Estoy en un lugar donde nació la rutina. Todos los días lo mismo

Sobre una ladera de esa cadena montañosa, el viento amontona todo lo que arrasa a su paso

Me llegó hasta allí; mi paso es lento, pero firme. Mas cerca estoy más mugre aprecio

Pateo entre los papeles y encuentro uno que me deja sin palabras al leer.

En formato de telegrama citaba: PRESENTARSE EN EL REGIMIENTO 1 el DÍA 25 de FEBRERO del PRESENTE a las 6 AM y tenía mi nombre en el membrete”.

Eso era todo ¿? Me preguntó el gallego. Si, Luis; te parece poco ¿?

Se levantó y me dejo hablando solo.

 

Ocho años más tarde… Luego de un vuelo de más de tres horas en un avión Hércules, de la Fuerza Aérea, me incorporaba al Ejercito, en un cuartel recóndito, de la Patagonia argentina, rodeado de una cadena montañosa, con un viento y un frío que no se me olvidan (como la segunda dosis de la BCG que me aplicaron al incorporarme)

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