lunes, 16 de agosto de 2021

El hotel de la Estación

Fechada el 11 de junio de 1937, la pareja de David y Antonia, la imagen que entonces captaba el fotógrafo, eran dos jóvenes felices, que acababan de unirse en matrimonio, en la iglesia San Lorenzo de Navarro, provincia de Buenos Aires y se sellaba el inicio de una vida juntos

Nacidos en Villa Moll, por entonces una pujante localidad en crecimiento, se instalaron en el Hotel de la Estación, como administradores y conserjes, cuidadores y tareas generales, como se acostumbraba en la época

Muchos viajantes, el ferrocarril proveía y los caminos rurales no dejaban de echar polvareda, por la cantidad de movimiento desde Moll a Navarro, Moquehua, Chivilcoy, las Marianas y pueblos cercanos

Antonia, se encargaba de los aspectos sutiles y David de los grandes detalles

Muchos alojados, por poco tiempo era lo habitual. Desconocidos la mayoría, que dejaban de serlo, en el preciso instante que conocían a los jóvenes

Pero pronto, el brillo de la nueva vida se iba a ver opacado por un suceso inesperado

Bien es sabido, los mitos y dichos camperos, respecto de hechos nunca comprobados, pero que resuenan en cada carneada, aunque siempre se remiten a campo abierto

Hasta ese momento¡!!

Nunca había trascendido nada en el pueblo. Jamás alguien contó nada

Las primeras noches, lo dejaron pasar

Pero Antonia comenzó a tener miedo

David, paisano muy creyente, le restaba importancia al hecho

Hasta que una noche… comprobó que al miedo de Antonia tenía sustento

El piso de madera, con cámara de aire, como las típicas construcciones de la época, sonaban pasos marcados; y donde el piso era de baldosa, acentuaba claramente el pasaje de un ambiente a otro

Lo raro, es que ningún pasajero lo advertía; pero era muy notorio, que algo pasaba

David se levantaba, iluminado por velas y revisaba cada espacio, cada rincón de la planta baja del Hotel

A veces, el ruido del vapor de la locomotora distraía la búsqueda hasta suspenderla; se aprontaban a ingresar nuevos huéspedes

Aunque las actividades variadas despejaban la mente, no podían dejar de pensar en lo que estaba aconteciendo por las noches

Antonia, casi que no quería acostarse y hasta pensó en volver a la casa de sus padres

David, la contuvo y la convenció, que no era nada; que seguro eran cosas de la imaginación

Llamaron al curita de la parroquia y bendijo cada una de las habitaciones, la cocina, el salón comedor y por supuesto, el espacio que ocupaban como vivienda, David y Antonia

Aun así, “la imaginación”, se presentó aquella noche, de manera inusitada, revelando una insospechada rebeldía

Dejando claro, que tomaba lo del cura como una provocación

Bien entrada la madrugada, en la pasividad pueblerina, un estruendo impactante despertó a los jóvenes que atónitos, escucharon como la vajilla acomodada prolijamente en la alacena, se destrozaba en el piso de mosaicos y acto seguido los pasos, transformados en veloz carrera, pasar al salón comedor, crujiendo el piso de madera

Ahora sí, los pasajeros hospedados, escucharon también y alarmados salieron para la estación, buscando refugio bajo el farol que iluminaba el anden

David, con Antonia detrás, con un cirio bendecido se acercaron muy lentamente hasta la cocina. Seguro de sí, David ingresó primero y para su sorpresa, estaba todo ordenado en su lugar. Antonia no podía dejar de temblar de miedo

Tomados de la mano, cruzaron el vestíbulo y pasaron al salón comedor… para allí si, escuchar como delante de sus ojos, las cosas se movían en cada crujir de la madera

Estaba allí, frente a ellos. Pero que ¿? Quien ¿?

Con voz firme David, le dirige la palabra.

-          Quién eres ¿?

o   Los pasos se acrecientan y otra vez la vajilla se escucha caer

-          Te pregunto una vez más. Quién eres ¿? Un alma en pena ¿?

o   El Silencio fue aterrador

-          Puedo ayudarte (David daba muestras de entereza y valentía)

o   Nuevamente silencio

-          Vamos a rezar un Ave María ahora…

o   Una leve brisa corrió la sala y apagó la vela

-          El grito desgarrador de Antonia milagrosamente encendió los candiles, un sudor vestía su cuerpo y por última vez, escucharon los pasos correr por el piso de madera

La puerta de ingreso al hotel entreabierta, con la tranca interior puesta al costado del marco… y los pajonales de las vías abrirse, al paso de algo que lo atravesaba, fue la última imagen de aquellos sucesos

Pronto, dejaron aquel hotel, en manos de otros propietarios y se marcharon a la Capital

Hasta el día de hoy, se comenta en las carneadas. El hotel, resiste vacío, al costado de la estación, de un ferrocarril que dejó de funcionar hace cuatro décadas

Años más tarde, Antonia contaba aquella historia casi como si la estuviera viviendo y David, paisano como siempre, nunca faltó a una misa, hasta el día de su muerte

Yo lo iba a saber mucho tiempo después, pero aquellos jóvenes serían mis abuelos

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