domingo, 8 de agosto de 2021

El hijo de Mario

Hubo un tiempo de elegías

De miradas perdidas y noches eternas

Juzgué con rencor y sentencié desde el enojo

El destino cambió mi rumbo y el viento dejó de soplar a mis espaldas

La soledad y el vacío profundo sentí de cerca

Mil veces pregunté al cielo porque deje de ser

Entonces aquel chico sonriente abandoné en algún lugar y me encerré fuera de mi para que nadie pueda mirar mis ojos

Milagro de la vida llegó de la mano de la partida de mi viejo

Frente a frente tomados de la esencia nos miramos y ambos supimos de que estábamos hechos

La madera que talló con sus manos lo sostenía firme

“Anda tranquilo viejo, da el paso que tienes que dar, aquí me quedo yo”

En ese apretón sellamos el amor que nos tuvimos pleno de paz el perdón liberó mi encierro

Abracé mi Fe y aquel chico volvió a sonreír

El agua es la vida del hombre y así se escurre entre sus dedos

Nada es tan tremendo como para no soportar el pedazo de Cruz que te toca cargar… me dejó de enseñanza mi viejo

2 comentarios:

  1. La aceptación, con el tiempo, nos permite transitar las ausencias desde otro lugar. Celebrar lo que nos dejaron y cambiar lágrimas de enojo por lágrimas de alegría.
    Abrazo fuerte Pato!

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    1. Muchas Gracias por la reflexión Romina !!! Un Abrazo. Paz y Bien

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