jueves, 5 de agosto de 2021

Diálogo de monólogos

Un gesto

Tan solo un gesto pedía

Más de una medida de vodka

Bebió y perdió la cuenta de los puchos

Que prendió y dejó consumir

Esperaba desde antes de las 20 y los minutos

Pasaban sin mediar contemplación

Amagó dos o tres veces con llamar por celular

Para ver que pasaba…

Inquieto. Cambia su lugar y el panorama

Le abre otra perspectiva

Mira por la ventana con otra actitud

Se siente optimista

El humor empieza a ganar su rostro

Se da ánimo. Ahora si¡!  Parece decirse

Acomoda su cabello con las manos y

Todo comienza a encaminarse

La seña habitual de “un Café”

Acercó al mozo a su mesa

Tipo de calle. Bandeja bajo el brazo

Impecable atuendo blanco. Porte señorial

Seguro. Inspira confianza. Antes de volver para la barra, con un guiño se hace entender: “ya no viene”

Mirada sombría y sesgo de sorpresa. Cejas levantadas

Apesadumbrado y sin palabras, solo atina a menear la cabeza

Su mente no deja de dar vueltas

Mil y una cosa piensa y todas hacen juego con su desidia

Lo gobierna la duda. Se ve tenso. El bullicio parroquiano lo incomoda. Se siente observado

Raudamente se desplaza buscando respirar. Necesita oxigenar sus neuronas. Al fondo a la derecha encuentra el sosiego y la calma. (para que mierda me lave la cara si no hay papel) decía para sus adentros, mientras improvisó un secado artesanal con la máquina que tira aire caliente para secarse las manos

Despeinado y desalineado, volvió a su mesa

Con intenciones de salir dignamente, chasquea los dedos para la cuenta mientras prepara unos mangos de propina, espera que el mozo le cuente, como es que sabía que “no venía”

Como reo en sentencia redactada, en el papel sin tinta, lee “MIL QUINIENTOS” y sin reacción metió su mano en el bolsillo a completar el resto que faltaba

Miró fijo a los ojos del mozo; mentón erguido, cabeza en movimiento, cuestionó gestual: “y Maestro…” recibiendo como respuesta una contundente abducción de hombros

La media vuelta de uno y el marchar de otro, pusieron fin al evento

El cliente, caminaba lento, mientras contaba las baldosas. Pensando porque le falló la cita. Acomodó su cuerpo en un banco y pasó la noche llorando

El mozo, acodado en la barra, le decía al dueño mientras acomodaba la propina: “Patrón por la hora que es, ya no viene mi relevo”

Ok quédate a hacer horas extras

2 comentarios:

  1. Aunque es triste tu relato, me hiciste reír porque hace unos años tuve una experiencia parecida. Pero fui más cuidadosa en gastar solamente en un café con leche y dos medialunas jaja. Buenas noches.

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    1. Típico de creídos que el mundo pasa por su ombligo, la historia. Gracias por comentar. Paz y Bien

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