domingo, 3 de agosto de 2025

El club del humo (principio y fin de un trapisondista un fuyero y un perdulario)

En Villaniebla, donde las palabras se disolvían en la niebla antes de terminar de pronunciarse, tres figuras se reunían bajo un farol que nunca alumbraba. Nadie conocía sus nombres, pero el pueblo los llamaba: el Trapisondista, el Fuyero y el Perdulario.

El Trapisondista desbarataba los actos solemnes: cambiaba partituras por recetas, promesas por trabalenguas. “No hay verdad sin tropiezos”, decía, mientras provocaba carcajadas en funerales.

El Fuyero aparecía justo antes del desastre… y desaparecía antes de que alguien pudiera culparlo. Se le atribuían fugas imposibles: de cárceles, de compromisos, incluso de recuerdos. Una vez escribió en el reloj de la plaza: “Huir no es perderse, es evitar ser encontrado”.

Y el Perdulario... lo olvidaba todo; nombres, llaves, fechas. Pero guardaba en su bolsillo una lista de cosas que no debía recordar. Cada noche la leía al revés, como quien descifra un hechizo para no sentir.

Patológicamente raros, conforme al diagnóstico social, no tenían cura, salvo el sacerdote de la Iglesia, que venía de tanto en tanto a casar a quien quiera y a bautizar a los recién nacidos y a bendecir a un finado en el cementerio.

Lejos de ser peligrosos, desde algún rincón, causaban gracia y hasta se los extrañaba cuando se hacían humo.

Una noche, cómplices los tres, se miraron en silencio. Uno estaba “calzado” y sin comentarle al resto, echó la falta. La falta que le hacía un poco de cariño, y eso liberó la “pesada carga” de aquel secreto por todos conocidos. Una travesura de juventud que en otro había quedado atragantada

Para entonces algo se había roto en Villaniebla: la gente recordaba demasiado. Ya no reía por error, ni lloraba por equivocación. La niebla, incluso, parecía más clara.

Esa noche, el Club del Humo hizo su último acto: desordenó relojes, borró brújulas y escondió las certezas en una caja bajo el farol.

Desde entonces, nadie supo si aquello fue una travesura, una fuga o un olvido colectivo. Pero de vez en cuando, alguien en Villaniebla ríe en medio del silencio… y nadie sabe por qué. Solo aquellos tres, que nunca negaron nada… solo que jamás los pudieron entender  

sábado, 2 de agosto de 2025

El Silencio no es ausencia

Solo se llamó a silencio y creyó que no había dicho nada…

Pero su callar tejía constelaciones con hilos invisibles, como si cada pausa fuera una estrella que no brillaba para el mundo, pero ardía en su pecho.

No sabía; tampoco preguntó, porque a veces la ignorancia es un refugio, y el saber, una herida mal cerrada.


Miró al horizonte sin buscar respuestas, como quien entiende que el tiempo no siempre revela lo que oculta.

Su boca cerrada fue más elocuente que los discursos del ruido, y en su silencio danzó una verdad quieta, una fe desnuda, una soledad que no pedía compañía, solo respeto.

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