viernes, 22 de abril de 2022

Jesús, el Libertador

 
Sin falta. Todos los días. Llueva o truene, puntualmente a las 10 de la mañana, parado en el centro de la plaza del pueblo, con el monumento a sus espaldas, comenzaba la misa el Reverendo

Los días soleados, los árboles proyectaban su sombra en el altar

El vientito soplando cálido desde el río, traía ese aroma ribereño que bendecía la ceremonia

Los chicos y sus risas le daban un marco diferente a cualquier misa dentro de la iglesia y los juegos de la plaza ofrecían melodías distintas a las canónicas

Sin embargo, eran pocos los fieles. A veces por respeto, alguna señora, de camino al mercado con el changuito, se quedaba a escuchar, pero en cuanto el reverendo dirigía su mirada a otro lado, aprovechaba para seguir viaje

Lo cotidiano le agregaba un sabor particular y era parte del paisaje la sotana haciendo juego con cabello cano del reverendo, que, en lugar de ostias, compartía verdadero pan, que el mismo repartía, partiendo a mano cada pedazo; en la consagración, el vino mistela, era reemplazado por una damajuana de buen Syrah, para honrar al Cristo

Las ceremonias se venían realizando año tras año; ya eran parte del paisaje acostumbrado de la plaza

El comisario, tuvo la idea

Conmemorar el aniversario de la Fuerza, con una misa celebrada al aire libre, y que mejor, hacerlo en la Plaza del pueblo…

Ya en medio de la homilía, algunos se incomodaron con la cantidad de cosas que había hecho y dicho el reverendo

Respetuoso silencio se hizo; hasta que llegó el momento fatídico que llamó la atención de los uniformados y la comunidad toda

Para tanto fue, que un policía de civil se levantó, y se acercó a la primera fila, donde estaba el comisario junto a su familia y en voz muy bajita le dijo “Comisario, ¿este no es el Jacinto?”

La cara del comisario confirmo la sospecha y abruptamente se terminó todo. Retiraron al reo en el patrullero directo al calabozo

No hizo falta tomarle declaración. Era un viejo conocido, que hacía tiempo venían buscando. El Jacinto, supo ser un abonado de las rejas, por el reiterado delito de tomar los hábitos y hasta llegó a bautizar a algún recién nacido

Lo que desató el final, no fue que tomó vino del pico, ni cuando llegó el momento de dar la Paz, y le dio un sonoro beso a la suegra del Intendente, sino cuando citó, señalando al monumento “HE AQUÍ AL SEÑOR INGRESANDO EN BURRO A JERUSALEM”

Ofendiendo al culto y a la historia, porque se trataba del Libertador, General San Martín, señalando Los Andes…

Rápidamente pasó al olvido aquel episodio. Era una vergüenza para todos. Nadie podía explicar lo ocurrido. Al comisario le costó su puesto; el intendente tomo licencia sin goce de sueldo y el clero se deshizo de la situación aduciendo no tener conocimiento de los hechos; pero cuentan que el Nuncio al enterarse de la situación, a los gritos bramó “PERO QUE REVERENDO…”

4 comentarios:

  1. ¡Hola Patricio!...bien cabe celebrar con sonrisa al finalzar la lectura.Eres genial en las descripciones...me senté junto a los feligreses recibiendo el aroma propio del río...Nuestra Iglesia princial se encuentra frente a la plaza más antigua la mayor, y a unas cuatro cuadras directos del río....Fue un Pueblo.
    Saludos gigantes!

    ResponderBorrar
  2. Hola Graciela !!! Muchas Gracias. Paz y Bien

    ResponderBorrar
  3. Patricio querido! Muy ameno leer cada historia,poesía y relatos con tanta excelencia.gracias!!

    Lucas García

    ResponderBorrar
  4. Muchas gracias por tus palabras Lucas !!! Un abrazo. Paz y Bien

    ResponderBorrar