Administraron por años su riqueza
repleta del hambre ajena, y no sabían resolver la situación que golpeo a sus
puertas.
Ya no había sonrisas y la música
orquestal de fiesta, se transformó en una pompa con arpegios sin clave de sol.
Una voz se elevó en la confusión,
para traer ante el Rey sin nada, un plato con alimento, que nunca había probado.
El Rey al degustar su cena ordenó
recompensar con su Libertad a aquel cocinero, que marchó a la comarca que
padecía hambruna y suplicó al monarca que alimente a sus habitantes, recibiendo
del Palacio semillas para sembrar, con las que había preparado aquel plato.
Los años fueron generosos y la
aridez del terreno se transformó en sembradíos que trajeron riqueza.
Pasados los años, cierto día el Rey
que liberó al cocinero, le envía una carta, donde confesaba que nunca creyó que
tomaría su libertad en tanta pobreza, teniendo todo en el Palacio. Que nunca
supo, el secreto de aquel plato, suplicando le ponga precio a su talento, que
sería abonado en monedas de oro.
Como respuesta recibe una carta, escrita por
el viejo Cocinero.
“Su Alteza, la libertad es riqueza;
la pobreza es solo del alma de quien se apodera de la libertad de otro. No
puedo poner precio al plato, pues solo eran semillas de trigo”
“Lo que sembró aquel día, no fueron
semillas en tierra, sino Amor en su alma”
Moraleja: La soberbia hace
ignorantes ricos de la pobreza de su alma.
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