viernes, 27 de marzo de 2015

Distopía de un Friki

Dejó un tibio saludo y se fue.

La puerta batiente reflejó en el violento vaivén de sus hojas el modo que Augusto atravesó el pórtico.

Quique lo corrió hasta darle alcance. No pudo decir palabra, al observar la palidez en su rostro, solo atinó a preguntar cómo se pregunta sin hablar; levantó sus cejas y la respuesta elocuente de los hombros abducidos de Augusto, le dio a entender que era un tema del corazón.

Se miraron para ver si salían las palabras, pero ninguno supo avanzar con la primera frase. Uno por no animarse y el otro también.

Chau loco ¡! Se despidió Augusto y encaró para su casa.

El cadencioso paso evidenciaba una decisión, aún no tomada; como que necesitaba pensar y repensar, una y otra vez.

Busco refugio en la barra; pero no era momento, para contar sus cosas.

Por eso se marchó; para encontrar en la calle, el pensamiento que lo acerque a la razón y quedarse tranquilo.

Cruzando por la plaza, se acomoda en un banco cerca de la fuente y en un suspiro que no termina, acomoda como puede su desazón que comparte con un hombre entrado en años, que descansa leyendo un libro.

Inclinado sobre su cuerpo, cubriendo su rostro con ambas manos, solo escucha el sonido del agua en cascada, que se filtra en su mente abstrayéndose de todo cuanto hay a su alrededor.

En lo profundo de su viaje atisba el motivo de su padecer.

Como una terapia improvisada, le habla a la prosapia del hombre entrado en años, con la seriedad que el momento impone.

“No pasa por adjudicarle a nadie las ocurrencias de mi locura, pero como puedo caer en esto no lo entiendo”


El hombre con sus gafas bifocales a media nariz, le presta temerosa atención.

“Resulta comprensible que uno pueda animarse a transitar un estado ilusorio, aun sabiendo que los pies no están posados en la superficie terrestre, total como es gratis nada ni nadie lo pueden impedir allí soy definitivamente libre”


Para no incomodar a Augusto, el Hombre cierra su libro y dispone su postura frente al relato...

“No tengo remedio; no se manejar el espacio microscópico entre la realidad y un sueño; no lo sé hacer”

“No estoy lamentando algo pasó; estoy lamentando un sueño…!!!! Que locura por Dios”


Sigue… “En mis sueños nadie me puede quitar nada, allí soy dueño de todo; pero en esta…en esta oportunidad, también perdí allí”

Cómo que perdió en su sueño ¿? Pregunta el hombre…

“Porque sabía dónde estaba metiendo los intereses del corazón; así me fue”

Oiga amigo…usted sabe lo que dice ¿? Eso es una locura. De que interés habla usted ¿? Lo que usted soñó ni siquiera pasó…

Augusto piensa… sabe que el viejo tiene razón… responde “Tiene razón…” y sin consuelo se levanta y sigue su camino.

Antes de salir de la plaza, ensaya un reconocimiento a la sabiduría del hombre entrado en años con un “viejo de mierda…”

No quería llegar nunca a su casa para enfrentar la noche y volver a soñar con ella…La Mujer que conoció en un sueño y día tras día salía a buscarla.

No se permitía aceptar que exista solo en sus sueños.

Bebiendo una copa de vino, pretende respuestas que no encuentra en la razón.

Se queda dormido vestido, con su copa de vino a medio terminar, en el mullido sillón del comedor.

Despierta al otro día, sin rastros del recurrente sueño. Parece mejor y encara su jornada, con otro semblante.

En el bondi, escucha música al palo, con ánimo recuperado, aire de superación y sin estigmas de aquel sueño.

Se mostró alegre; propuso a sus compañeros un after, que se extendería hasta tarde. Pasó el momento al lado de una chica, que le hablo bajito al oído, riendo a carcajadas.
Otra vez se volvió a sentir con los pies sobre la tierra.

Regresando en taxi a su casa pensaba para sus adentros, en la locura de los días que había vivido.

Cruzando por la plaza se acomoda en un banco cerca de la fuente.

Ya no está el Hombre entrado en años ni hay personas.

En un suspiro que no termina, acomoda como puede su soledad. Inclinado sobre su cuerpo, cubriendo su rostro con ambas manos, solo escucha el sonido del agua en cascada, que se filtra en su mente abstrayéndose de todo cuanto hay a su alrededor.

En lo profundo de su viaje atisba el motivo de su soledad.

Extraña a aquella Mujer que solo en sueños encuentra.

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