Su hablar pausado con argumentos pacíficos sorprendió hasta
Don Jiménez, afirmado siempre a su tapial con su resaca a cuestas.
Impostaba la voz e imponía las manos predicando la necesaria
conversión de los siervos.
La primera en reaccionar fue Doña Consuelo, que lo corrió a
escobazos de su vereda.
Es que parecía un desconocido y era el mismo tipo que andaba
en cueros paseándose desafiante e impune por el barrio.
Las miradas espantadas y los comentarios no le daban crédito.
Costaba acostumbrar la visión a una imagen poco creíble, causada por su prontuario.
Este muchacho, casi que tenía todos los números del
talonario, porque seguro que si algo había pasado en el barrio, él estaba
metido.
El mono era un abonado a la sospecha permanente, por las
comadres del barrio que saben todo sino lo inventan.
No era el de siempre, estaba cambiado después de pasar por la
cárcel.
Lo habían detenido una mañana, cuando un grupo comando del
cuerpo especializado en estafas Avícolas, entro sorpresivamente a su casa.
Estaban siguiendo una pista desde hace tiempo a raíz de las
denuncias recibidas por la Embajada de Cabo Verde por una organización que comercializaba
sus productos a esa Nación, habiendo declarado a sus oficinas comerciales en
Praia.
Lo pescaron con evidencia suficiente que no supo ni pudo
justificar logrando incautar gran cantidad de Jaulitas diseminadas por toda la
casa.
La evidencia fue suficiente para detenerlo, acusado de
encabezar una banda internacional que exportaba Cardenales como Gallinas Leghorn.
Con un sello que rezaba MIVM, simulaban en números romanos el
origen de la banda “MADE IN VILLA MAIPU” y con eso enviaban a Praia un
cargamento por semana de Pajaritos diminutos como gallinas ponedoras, que la
gente de allí compro abonando en Euros, para alimentar a su población.
Como la cantidad y dimensión de los huevos producidos no eran
suficientes, para una tortilla, sospecharon que algo raro pasaba con esas
gallinas.
Pero lo que enfureció al Ministro de Relaciones Exteriores y
culto de la Nación de la denuncia recibida, no fue el cambio de identidad de
las aves, sino la evasión al fisco perpetuada.
Ya que por cada venta realizada, ofrecía un adicional por cantidad,
que constaba de una rifa por una ristra de Chorizos y una mesa al lado del escenario, en los próximos
carnavales de la Sociedad de Fomento de la que era parte de la comisión
directiva.
La justicia lo condenó a 30 días de trabajo voluntario en la
comisaria.
Lo primero que hizo fue pedir una Biblia e hizo escuchar a
quien quiera “YO CREO EN DIOS Y EN LA JUSTICIA”
Luego de purgar su pena cuentan sus allegados, que esa dura
experiencia lo transformó.
Pero aun así costaba creerle al mono.
Porque después de quedar al descubierto el negocio clandestino
de la venta de ubicación de privilegio en los carnavales y del cambio de identidad de aves que las
comadres le sabían, temían que la predica
fuera una cortina de humo para esconder detrás su nuevo negocio… la conversión
de los ciervos…
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