viernes, 15 de septiembre de 2023

Todo vuelve a su ser

Como cambiaron las épocas, reflexionaba Federico para sí, mientras recostaba su cabeza en la ventanilla de aquel vagón de tren, que acostumbraba a tomar diariamente, desde la cabecera hasta la terminal del recorrido.

Subliminal su mente distraía, observando el correr de las estaciones, al mismo tiempo que centraba objetivo el foco dentro del vagón.

Siempre en los extremos del día. La formación de primera hora de la mañana era de las más nutridas, tanto como la de última hora de la tarde. Nutrido de laburantes que viajan desde el periférico conurbano hasta la gran ciudad, asisten sin saber al filoso pensar de mundanos ribetes filosóficos de Federico.

Ese recorrido semanal tan lleno de cotidiano costumbrista, el paisaje era siempre el mismo. Como un cuadro que mira una y otra vez, siempre aparecen matices percatados en la profundidad de la mirada, que asociada con el vacío encuentran mensajes antes no advertidos.

Esa pintura cambiante entre el externo mirar y el interno pensar, debaten a duelo sus posturas, depende donde se ubicada el disparador voraz de conclusiones que el tiempo de viaje le permita a Federico.

Imágenes disruptivas irrumpen plagadas de incógnitas repletas de respuestas que completan el vacío de preguntas que aún no se formulan. Entremezclan la riqueza abundante de la media con proporciones escasas de pobreza de alma. Distinguidos por la actitud de sus posturas más que por el semblante de sus rostros.

Paralelo que traza desde su inocente infancia, vestida de adulta madurez. Es que no puede disociar todo cuanto vivenció en esas mismas vías, cuando y se rebela ante el hombre que lo encarcela de realidad.

Guerra de poderes si las hay, se trenzan en feroz combate el ayer y el hoy. “La gente que va a trabajar no sonríe”, asesta visceral el corazón del niño a la muda conciencia del hombre, que apenas balbucea a modo de defensa “eso no se puede comprobar”

Empuñando su intelecto el hombre cita al niño ¿qué me decís del progreso? ¿Acaso no valoras cuantas construcciones hay a los costados de las vías?”

Limpiándose las rodillas raspadas por la tierra de los potreros, el niño dice ¿el progreso que encerró a la gente con rejas en sus casas?

Viendo que sería en vano el intento de hacer entrar en razón al niño, el hombre decide terminar de modo contundente: “vos hablas así porque te quedaste en el pasado”

Con los ojos llenos de lágrimas el niño atina a decir “yo no se nada de tu presente, pero el futuro que soñé en nada se parece a tu vida”

Sobresaltado Federico buscó a su alrededor, para ver si alguien se había dado cuenta de ese momento. El vagón colmado de personas no daba para prestar atención, más que a sujetarse de algún pasamanos.

Se fija en el indicador de estaciones, que faltan dos para llegar. Acomoda la mochila y pone en vertical su estructura. El contraste

Nadie presta atención a una señora que pasa con una criatura en brazos vendiendo pañuelitos descartables por 100 pesos, mientras por la ventanilla observa como cuelgan de los frentes pintorescos de las casas carteles de “se vende”.

Aquella pintura cambiante entre el externo mirar y el interno pensar, capituló una vez más sin conclusiones para el hombre, atrapado en las rejas del presente, cautivado por el progreso. Mientras el niño, sigue soñando con un futuro mejor, para que nadie tenga que vivir tras las rejas de su libertad ni sea ignorado por vender pañuelitos descartables en el tren.

 

Imagen: https://jmtoroa.blogspot.com/2012/06/el-nino-es-el-padre-del-hombre.html

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