Mira que le
dijeron, pero no quiso escuchar. Tozudo como era Glauco, quiso continuar la tradición
Su
primogénito debía llevar un nombre altisonante; con raigambre filosófica. Con
ribetes místicos y destinos marcados por la historia.
Es que su
Padre, Agamenón, había utilizado el mismo argumento, cuando inscribió a su hijo
en el registro civil.
Cuentan que don
Agamenón decidido como era, se llegó hasta el registro civil, con su hijo en brazos,
y lo inscribió con el nombre de Glauco.
Lo mismo
hizo Glauco con el recién nacido, a quien dio por nombre Nicolas Delano;
Nicolas como el Zar de Rusia, el segundo de los Romanov, último de esa familia
en ocupar ese distingo; Delano, como Franklin Roosevelt, presidente de Estados
Unidos responsable de la participación de ese país en la 2da guerra mundial.
Poco les
importaba el contraste del nombre con el apellido. Jamás se interesaron en hacer
jugar distintos nombres para apreciar la armonía de su sonido. Padre e hijo, portaban
con orgullo la épica etimológica de sus nombres pues sentían que engalanaba su apellido.
Era tradición de familia, seguir esa línea y nada ni nadie los haría cambiar de
opinión.
Lo que nunca
imaginaron; lo que menos esperaban era que el primer y único opositor de ese linaje
iba a ser Nicolas Delano, el hijo de Glauco, el nieto de Agamenón, quién al alcanzar
la mayoría de edad, iba a desafiar el mandato impuesto por generaciones, para
acudir al registro civil y confiar a un abogado, la gestión de dos trámites. El
primero, para romper vínculos con su familia. Una especie de divorcio a todo nivel.
Trámite difícil si los había. Pero lo más complicado, era obtener una nueva
identidad.
Al enterarse
de esto, la familia puso el grito en el cielo. Que quiera desentenderse de su
raíz, no lo tomaron tan a la tremenda como quiera una nueva identidad
Su padre,
enfurecido lo encaró “Si no tienes respeto por tu historia no mereces llevar el
prestigio de esta sangre por tus venas”
Lejos de amilanarse,
el joven respondió a su padre, sin elevar su tono de voz “estoy de acuerdo; me
auto percibo diferente y fue una tortura llamarme así” acto seguido le ordenó
al abogado que continúe con el trámite
En poco más
de un mes, todo estaba concluido. La familia nunca más volvió a hablar del
tema. Lo desterraron y retiraron todo cuanto tuviera que ver con él innombrable,
que, a partir de la firma del Juez, pasó a ser Carlos Alberto Romero, que le
permita desarrollar su vida sin el karma sufrido, por llevar nombres que no
armonizaban con el apellido anterior.
Pobre pibe,
lo que debió haber sufrido (dicen que expresó el juez al firmar sentencia titulada en latín)
El cierre
del mandato firmado por su señoría y tomada lectura en la sala contenciosa
administrativa, por el notario actuante cerraba diciendo:
“Habiendo
presentado ante este juzgado, las pruebas suficientes que denotan insensibilidad
por parte de su progenitor se acceden al cambio de identidad del solicitante,
para pasarse a llamar CARLOS ALBERTO ROMERO, en lugar de NICOLAS DELANO PARTIDO”
Se cierra la
sesión
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