Se terminó¡!
Así le dijo la vieja con
sonoridad elocuente de un mamporro que todos escuchamos desde el otro lado de
la calle
Cuando Luis salió, con el
pelo arremolinado del coscorrón que le sirvió Doña Consuelo, ensayó una suerte
de explicación “Dice mi Vieja que no va a poder ser”, con cierta elegancia y un
tanto de incredulidad por parte de el mismo
La cagada es que nos quedamos
con las manos vacías y éramos muchos
Nos habíamos quedado sin
pelota, para jugar en la calle San Pedro y era una cuestión de vida o muerte
Así que enfilamos para lo de
los alemancitos de enfrente del campito. Ellos tenían una; y para allí
marchamos
Cuando llegamos, el viejo
estaba cortando el pasto y ya cuando nos vio venir, desde lejos nos hizo señas
que pegáramos la vuelta
Lo cual era lógico. Los alemancitos
nunca jugaban con nosotros
Era una patriada ese día “invitarlos”
a jugar amablemente
Recorrimos el barrio entero;
desde la estación hasta la 9 de julio; desde la cortada de la quinta hasta la Márquez
y nada
Por lo que recurrimos al
recurso extremo: Ablandar a la vieja de Luis, que era más difícil que agarrar
el Prode con las 13 cruces de visitante…
El nominado para esa faena,
fui yo. Era el ideal. Primero porque era el más chico de la barra; y segundo
porque era el hijo de mi madre (sin ninguna connotación); es que mi vieja trascendía
en el barrio por sus actividades de catequista y también por su carácter. Ergo:
no tenía nada para perder. De últimas, si me ligaba un mamporro de la madre de
Luis, cambiaba la etiqueta, pero el dulce era el mismo que conocía en casa…
Pocas casas tenían timbre; la
de Luis era una de ellas; en la mayoría se batían palmas, cuando no, se entonaba
algún grito o se chiflaba
No hizo falta; cuando Doña
Consuelo, escucho el chillido de la puertita de la calle, ni me dejó acercar al
timbre; se asomó por la terraza y arrojó la pelota sobre la calle San Pedro; pegó
media vuelta y desapareció
Las miradas atónitas adornaban
la escena
Ni siquiera perdimos tiempo en el análisis
de ese milagro y jugamos hasta que la luz de mercurio lo permitió
Nunca supimos porque el Luis
se comió esa sonora cagada a pedos y de postre un mamporro; pensando con el
tiempo, llegué a la conclusión qué en aquel entonces, te daban por adelantado
por cagadas futuras o cagadas pasadas que para nosotros ya eran historia y para las madres nunca prescribían…
Éramos solidarios y con espíritu de cuerpo. Le dimos nuestro apoyo moral, pero ninguno le preguntó, cual de las dos opciones barajó Doña Consuelo
Tal vez cobró por una cagada ajena. Porque no había en el barrio pibe más bueno que Luis