Aquellas tardes cuando el reloj
Marcaba las dos, la sentencia barrial
Te confinaba a pasar la siesta en el hall
Porque no había que hacer ruido
Ni molestar a los vecinos
Hasta las 16
Nos hacían compañía…
… Una vasija cubierta de mimbre
Donde lucía erguida una typha
Que a nosotros nos parecía un arbusto
A pesar que mi Madre decía
Era una planta exótica
… Un silloncito de cuerdas
Para sentarnos a pensar mirando el techo
… Un calentador a kerosene
Haciendo de estufa solo alcanzaba
Para consumir el tiempo
… Baldosas color rojo y amarillas
Siempre frías con una alfombrita que el sol calienta
Entrando por la mampara
… Un espejo donde mi
hermana
Cantaba y se aplaudía
Recibía la “ovación” de mi vieja
Con un grito desde su pieza
… Un mueble antiguo de mi abuela
Con mármol y espejos
Tenía cajones y puertitas
Que todos los días abría con la misma intriga
Con la esperanza de encontrar la llave de un cofre de corales
Que descubrimos colgaba de un crucifijo
En el cuarto del fondo de la casa
… Un par de cuentos y varios sueños
Del que despertábamos cuando empezábamos
A escuchar a los chicos que salían de la escuela
Pasando por nuestra vereda
Es que no había que hacer ruido
Ni molestar a los vecinos
Hasta las 16…
Hora de tomar la leche y terminar la tarea
Para salir a la calle a jugar
En la casa del Luis o sobre la calle San Pedro
Cuando me escapaba en bici hasta llegar a la río
Debía estar atento al momento sublime
El silbido del viejo ¡!!
Que me hacía saber que regresó del trabajo
Lo escuchaba donde sea que me encuentre
Tanto… que alguna vez deje agazapado a un arquero
Y en lugar de patear el penal, salí corriendo a mi casa
Ese era el pasaporte que me sellaba la vieja
Como condición, para volver a salir al otro día
A la hora de la cena, los cuatro en la mesa
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