Buenos Aires.
Barrio de Belgrano. Corre el año 2100 y el agua también corre presurosa bajo el
empedrado que el verde mustio del musgo envolvió después de aquella tormenta, que
duró tres días y la última de las noches se detuvo por un rayo que atravesó las
nubes negras de oscuridad que cubrían el cielo. Pobladas de hamacas las plazas solas
quedaron. La ciudad sitiada de soledad a gritos pide que vuelvan los chicos a
jugar en las calles. Ofrecen sus baldosas para dejar rodillas raspadas como herencia
y un coro de risas grabadas en la memoria oxidada del olvido
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