Sin falta. Todos
los días. Llueva o truene, puntualmente a las 10 de la mañana, parado en el centro
de la plaza del pueblo, con el monumento a sus espaldas, comenzaba la misa el Reverendo
Los días
soleados, los árboles proyectaban su sombra en el altar
El vientito soplando
cálido desde el río, traía ese aroma ribereño que bendecía la ceremonia
Los chicos y
sus risas le daban un marco diferente a cualquier misa dentro de la iglesia y
los juegos de la plaza ofrecían melodías distintas a las canónicas
Sin embargo,
eran pocos los fieles. A veces por respeto, alguna señora, de camino al mercado
con el changuito, se quedaba a escuchar, pero en cuanto el reverendo dirigía su
mirada a otro lado, aprovechaba para seguir viaje
Lo cotidiano
le agregaba un sabor particular y era parte del paisaje la sotana haciendo
juego con cabello cano del reverendo, que, en lugar de ostias, compartía verdadero
pan, que el mismo repartía, partiendo a mano cada pedazo; en la consagración,
el vino mistela, era reemplazado por una damajuana de buen Syrah, para honrar
al Cristo
Las
ceremonias se venían realizando año tras año; ya eran parte del paisaje
acostumbrado de la plaza
El comisario,
tuvo la idea
Conmemorar
el aniversario de la Fuerza, con una misa celebrada al aire libre, y que mejor,
hacerlo en la Plaza del pueblo…
Ya en medio
de la homilía, algunos se incomodaron con la cantidad de cosas que había hecho y
dicho el reverendo
Respetuoso
silencio se hizo; hasta que llegó el momento fatídico que llamó la atención de
los uniformados y la comunidad toda
Para tanto fue,
que un policía de civil se levantó, y se acercó a la primera fila, donde estaba
el comisario junto a su familia y en voz muy bajita le dijo “Comisario, ¿este
no es el Jacinto?”
La cara del
comisario confirmo la sospecha y abruptamente se terminó todo. Retiraron al reo
en el patrullero directo al calabozo
No hizo
falta tomarle declaración. Era un viejo conocido, que hacía tiempo venían
buscando. El Jacinto, supo ser un abonado de las rejas, por el reiterado delito
de tomar los hábitos y hasta llegó a bautizar a algún recién nacido
Lo que
desató el final, no fue que tomó vino del pico, ni cuando llegó el momento de
dar la Paz, y le dio un sonoro beso a la suegra del Intendente, sino cuando citó,
señalando al monumento “HE AQUÍ AL SEÑOR INGRESANDO EN BURRO A JERUSALEM”
Ofendiendo al
culto y a la historia, porque se trataba del Libertador, General San Martín, señalando Los Andes…
Rápidamente
pasó al olvido aquel episodio. Era una vergüenza para todos. Nadie podía
explicar lo ocurrido. Al comisario le costó su puesto; el intendente tomo licencia sin goce de sueldo y el clero se deshizo de
la situación aduciendo no tener conocimiento de los hechos; pero cuentan que el
Nuncio al enterarse de la situación, a los gritos bramó “PERO QUE REVERENDO…”
¡Hola Patricio!...bien cabe celebrar con sonrisa al finalzar la lectura.Eres genial en las descripciones...me senté junto a los feligreses recibiendo el aroma propio del río...Nuestra Iglesia princial se encuentra frente a la plaza más antigua la mayor, y a unas cuatro cuadras directos del río....Fue un Pueblo.
ResponderBorrarSaludos gigantes!
Hola Graciela !!! Muchas Gracias. Paz y Bien
ResponderBorrarPatricio querido! Muy ameno leer cada historia,poesía y relatos con tanta excelencia.gracias!!
ResponderBorrarLucas García
Muchas gracias por tus palabras Lucas !!! Un abrazo. Paz y Bien
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