Hubo un tiempo de elegías
De miradas
perdidas y noches eternas
Juzgué con rencor y sentencié desde el enojo
El destino
cambió mi rumbo y el viento dejó de soplar a mis espaldas
La
soledad y el vacío profundo sentí de cerca
Mil veces pregunté al cielo porque deje de ser
Entonces aquel chico sonriente abandoné en algún lugar y me encerré fuera de mi para que nadie pueda mirar mis ojos
Milagro de la vida llegó de la mano de la partida de mi viejo
Frente a frente tomados de la esencia nos miramos y ambos supimos de que estábamos hechos
La
madera que talló con sus manos lo sostenía firme
“Anda
tranquilo viejo, da el paso que tienes que dar, aquí me quedo yo”
En ese apretón sellamos el amor que nos tuvimos pleno de paz el perdón liberó mi encierro
Abracé
mi Fe y aquel chico volvió a sonreír
El
agua es la vida del hombre y así se escurre entre sus dedos
Nada es tan tremendo como para no soportar el pedazo de Cruz que te toca cargar… me dejó de enseñanza mi viejo
La aceptación, con el tiempo, nos permite transitar las ausencias desde otro lugar. Celebrar lo que nos dejaron y cambiar lágrimas de enojo por lágrimas de alegría.
ResponderBorrarAbrazo fuerte Pato!
Muchas Gracias por la reflexión Romina !!! Un Abrazo. Paz y Bien
Borrar