Un gesto
Tan
solo un gesto pedía
Más
de una medida de vodka
Bebió
y perdió la cuenta de los puchos
Que
prendió y dejó consumir
Esperaba
desde antes de las 20 y los minutos
Pasaban
sin mediar contemplación
Amagó
dos o tres veces con llamar por celular
Para ver que pasaba…
Inquieto.
Cambia su lugar y el panorama
Le abre
otra perspectiva
Mira
por la ventana con otra actitud
Se siente
optimista
El humor
empieza a ganar su rostro
Se
da ánimo. Ahora si¡! Parece decirse
Acomoda
su cabello con las manos y
Todo
comienza a encaminarse
La seña
habitual de “un Café”
Acercó
al mozo a su mesa
Tipo
de calle. Bandeja bajo el brazo
Impecable
atuendo blanco. Porte señorial
Seguro.
Inspira confianza. Antes de volver para la barra, con un guiño se hace entender:
“ya no viene”
Mirada
sombría y sesgo de sorpresa. Cejas levantadas
Apesadumbrado
y sin palabras, solo atina a menear la cabeza
Su
mente no deja de dar vueltas
Mil
y una cosa piensa y todas hacen juego con su desidia
Lo
gobierna la duda. Se ve tenso. El bullicio parroquiano lo incomoda. Se siente
observado
Raudamente
se desplaza buscando respirar. Necesita oxigenar sus neuronas. Al fondo a la
derecha encuentra el sosiego y la calma. (para que mierda me lave la cara si no
hay papel) decía para sus adentros, mientras improvisó un secado artesanal con
la máquina que tira aire caliente para secarse las manos
Despeinado
y desalineado, volvió a su mesa
Con
intenciones de salir dignamente, chasquea los dedos para la cuenta mientras
prepara unos mangos de propina, espera que el mozo le cuente, como es que sabía
que “no venía”
Como
reo en sentencia redactada, en el papel sin tinta, lee “MIL QUINIENTOS” y sin
reacción metió su mano en el bolsillo a completar el resto que faltaba
Miró
fijo a los ojos del mozo; mentón erguido, cabeza en movimiento, cuestionó
gestual: “y Maestro…” recibiendo como respuesta una contundente abducción de
hombros
La
media vuelta de uno y el marchar de otro, pusieron fin al evento
El
cliente, caminaba lento, mientras contaba las baldosas. Pensando porque le
falló la cita. Acomodó su cuerpo en un banco y pasó la noche llorando
El
mozo, acodado en la barra, le decía al dueño mientras acomodaba la propina: “Patrón por la hora que es, ya no viene mi relevo”
Ok quédate
a hacer horas extras
Aunque es triste tu relato, me hiciste reír porque hace unos años tuve una experiencia parecida. Pero fui más cuidadosa en gastar solamente en un café con leche y dos medialunas jaja. Buenas noches.
ResponderBorrarTípico de creídos que el mundo pasa por su ombligo, la historia. Gracias por comentar. Paz y Bien
Borrar